miércoles, 1 de junio de 2011

final

Es como ser una sala de conciertos. La más perfecta sala de conciertos, la de más perfecta resonancia, la de mejor acústica, la más equilibrada, en la que, en definitiva, mejor suenan las orquestas, más bellos suenan los instrumentos, en la que los directores ven representadas de la mejor forma sus creaciones. O, quizá, no siendo la mejor, sí ser una buena sala de conciertos, una en la que, quizá, puedas detectar resquicios de la música que no pudiste detectar en otras salas. Esa sala es feliz porque en su vientre se desarrolla el arte, porque la vida cobra vida dentro de ella, en las infinitas piruetas y laberínticas cabriolas que dan las siete notas para acariciar el alma, para despertarla, para jugar a ser vida. Esa sala es feliz por eso pero, quizá no se da cuenta de que no puede aspirar a nada más, de que ella sola no puede crear lo que tanto ama, lo que acoge en su seno con tanto regocijo, ella sola no puede crear la música, sólo recibirla, sólo darle cobijo y aumentar sus virtudes, amarla como a un hijo, como a un padre, como a un amante, pero nunca podrá llegar a parirla, nunca podrá hacer nada más que darle abrigo y calor. Darle amor.

Nunca, nunca podré ser un escritor.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Victoriana

A veces en mi casa recordaban a la tía Victoriana. Decían que tenía la enfermedad de las palabras. Yo me la imaginaba tendida en la cama atacada por grandes letras de molde. No entendía las explicaciones de mi padre. Contaba que, de la noche a la mañana, se dieron cuenta de que todas las palabras le resultaban vacías de contenido, viejas y gastadas, como la arena del desierto, como la vieja casa del Ayuntamiento. Decían que era muy peligroso andar por la vida sin entender palabra, mirando sin mirar, oyendo sin oír. Cosa del demonio, decían. Yo callaba. Prometí a la tía Victoriana guardar todos sus secretos.

jueves, 19 de mayo de 2011

Toca jotas

Toca jotas. Dos puntitos al medio y uno arriba a la derecha. Es fácil. Acuden juntos a clase. Lo que a ella le extraña es el interés de él por aprender. Nunca le ha gustado leer, ni el Marca siquiera. Ella sí, para ella es su pasión y no piensa abandonarla por haberse quedado ciega. En casa él tiene preparado un regalo para ella. Un punto de libro al que sólo le falta un pequeño detalle. Se concentra, no recuerda si guapa se escribe con “g” o con “j”. Se le ilumina el rostro. Ya está. Envuelve el punto de libro “Para la más vonita”, satisfecho.

viernes, 13 de mayo de 2011

mi ratón

Era una buena excusa para seguir vivo: mi pequeño ratón, el único amigo que hice aquí, en esta cárcel sombría, en estas cuatro paredes solo heridas por un ventanuco tan inalcanzable como mi libertad. 

Apareció de la nada. Me desperté y allí estaba, mirándome como si leyera mi alma, como si pudiera juzgar si yo era una buena persona o no, si merecía o no estar allí encerrado. Iba y venía cuando quería y yo contaba las horas, impaciente, entre sus visitas. 

Le quería. Era mi ratón.

Un día noté su llamada desde la puerta. Estaba abierta. No daba crédito. Seguí a mi ratón y él me guió por una cárcel, ahora desierta, hasta la salida. Mi ratón había emitido un veredicto. Eres inocente y aquí tienes la libertad. Lo miré y, en un movimiento apresurado, lo aplasté con mi pie. 

Volví a mi celda y cerré la puerta tras de mí. Te has equivocado, pequeño ratón. Soy culpable.

Ganador concurso semanal microrrelatos Cadena Ser Castellón

lunes, 9 de mayo de 2011

lost

Este gordo ocupa mucho lugar, murmuró una voz anónima; la barca no aguantará, aportó otra voz oculta, seguida de un creciente murmullo de aquiescencia. Ya se había lanzado la primera piedra, ya todos clavaban sus inquietos ojos, revueltos por el instinto, en el gordo Mateo que veía crecer su angustia al tiempo que metía tripa.

-¿Ya vuelves, hijo?
-Sí… Prefiero jugar aquí, con la arena.

miércoles, 4 de mayo de 2011

tormenta

En el fragor de la tormenta eléctrica, en la travesía del desierto repleto de maná yermo, en el lecho de muerte de su musa monosílaba, el escritor dejó sobre la mesilla de noche sus gafas ralladas y repletas de tachones y le dijo a su hija:

-Pero,¡mira que estás guapa con el pelo corto!

miércoles, 27 de abril de 2011

de sabores


Todos apretujados en aquel enorme congelador. De todos los sabores, de todos los colores. Abrió su mano y miró las monedas que le contemplaban desde su palma. Su boca se torció al hacer la cuenta, sintiendo sobre su coronilla la mirada impaciente del tendero.
-Bueno, ¿qué?
-No me llega.
-Pues aligera, que hay trabajo.
Protegiendo sus monedas y haciendo un mohín volvió a la trastienda a ordenar el género, a cargar cajas y a barrer el suelo. Mientras, su padre seguía atendiendo el negocio.

martes, 19 de abril de 2011

dentro

Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura, una casa de paredes encaladas con geranios en un diminuto balcón, un parto, un niño de piel blanca y ojos grandes y negros, un cachorro de pastor alemán, un anciano de tez cenicienta, frágil y sin vida en una enorme cama, un dibujo pegado a la nevera, una pelota en el jardín, un autobús de color celeste pálido, un bañador descolorido, unos dolores, una bata blanca; y otra; y otra, todas con una mirada esquiva. Un apuesto hombre al que besó en los labios con dulzura. Una luz.
Fue todo lo que encontraron cuando hicieron la autopsia.

viernes, 15 de abril de 2011

literatura hiperbreve (2ª entrega)

EL CULTURAL, propone semanalmente un concurso de literatura hiperbreve: contar una historia en 140 carácteres en relación a un tema propuesto. Aquí dejo algunas de mis propuestas. Hay una de ellas seleccionada. ¿Apuestas?

La Chimenea
Mi abuela es como una chimenea pero al revés. Traga humo sin parar y, todas las navidades, echa a mi abuelo de casa.

Escondió su diario en la chimenea, baldía desde hacía mucho. Por San Juan la resucitaron y, al calor de sus recuerdos, soñó en futuro.

Cuando algo señala al cielo, los necios miran a las chimeneas.

Los fantasmas de Sir Tim O'Theo y Patson deambulaban por Las Chimeneas tratando de comprender por qué ya no los leía nadie.

La sombra
Hartas de nosotros, mi sombra y la de mi mujer se van a pasear todos los domingos, bien enredaditas.

Sabía disimular muy bien, pero su sombra no podía evitar ruborizarse cada vez que ella se acercaba.

Los nativos aún aseguran que ven pasar a las sombras de los soldados, silbando marchas militares en un carrusel perpetuo.

A menudo se queda atrás, jugando con los perros, coqueteando con las flores, acariciando puestas de sol. Ella sabrá lo que hace.

Cuando menos se lo espera, le lanzo alguna flor o un caramelo. Valoro mucho la lealtad.

La gata
Mesándose los bigotes, don Ramón sopesaba con la mirada el torso desnudo y sudoroso de su jardinero. Satisfecho, ronroneaba quedamente.

La gatita deambulaba con delicadeza entre los cadáveres. A pesar de la ingente cantidad de comida algo entristecía su ánimo.

Ella es una gata patosa que siempre cae mal. Yo, un abogado decente, sin futuro y con bigotes. Yo la alimento y ella me lame las heridas.

Tenedor.

Desdentando tenedores canturreaba: “me quiere, no me quiere”

A Andrés le dieron el cambiazo y, al calentarla con el mechero, se derramó toda la muerte. Su ángel de la guarda era muy testarudo.


La jaula
Hundido en mi sillón de mimbre, a menudo me sorprendo contemplando con envidia el piar feliz de mi pareja de periquitos.

Nunca fui tan feliz como cuando viví enjaulado en el ritmo de tu respiración.

Atrapado tras el código de barras de una botella de aceite, aquel piojo contemplaba resignado, desde su alacena, lindas y jugosas cabecitas.

Esperaba con ansia los días de función. Donde más libre se sentía era en la jaula de los leones.

“Cadena perpetua a los violadores". Verónica escribió en la pared, con la tripa revuelta.

-¿Qué? ¿Los liberamos ya? -dijo el diablo desde su terraza con vistas a la Tierra.
-Déjalos un poquito más -contestó Dios.

 
El termómetro
Inconscientemente, todavía me encojo sobre mí mismo cuando mi mujer sacude al aire el termómetro.

Tras 40 años comprobando que su temperatura no variaba de los 36.5 no tuvo más remedio que reconocer que no tenía corazón.

La cigüeña
Marchó a la ciudad. Trabajó duro y triunfó. En vano mira a veces hacia arriba. No hay cigüeñas que aniden en rascacielos.

martes, 12 de abril de 2011

sara

Sara no había vivido demasiado. Eso pensaba ella. Aunque quizá eso fuera discutible. No era del todo consciente pero seguía sufriendo de una curiosidad irrompible por la naturaleza humana. Desde que era pequeña se dio cuenta que no era como la mayoría de la gente. Al menos en un sentido. Era incapaz de pasear por la calle y cruzarse con alguien y no mirarlo, no buscarle los ojos, no elucubrar una vida, una historia, no enamorarse o esperanzarse con que se enamoraran de ella. No entendía cómo lo hacía la gente, en general, cómo paseaba por la vida, por la calle, por las plazas, por el paseo, sin que el resto del mundo llamaran su atención, sólo mirando al suelo, o mirando al frente, como con un objetivo ya marcado antes de salir de casa. Sara lo pasaba mal en las aglomeraciones de gente, sobre todo por la saturación de información, por la información que era incapaz de asimilar. Saltaba de unos ojos a otros, de una cara a otra, de una vida a otra, de un amor a otro, de una esperanza a otra, de un recuerdo a otro, de una música a otra y, con frecuencia, ni siquiera oía lo que le decían los que la acompañaban, tan abstraída estaba en la vida que le rodeaba. Un día Sara fue más rápida que su igual, un hombre en el que reconoció su misma naturaleza, curiosa, humanista casi. Le sorprendió con el mismo baile de miradas, pero desde lejos, antes de ser descubierta. No intentó atraer su atención. No se cruzaron sus miradas. Le observó durante unos minutos, su caminar, sus gestos y, finalmente, lo perdió. Pero Sara se sintió, ese día, acompañada. Y, a sus 80 años, era un sentimiento nuevo y dulce.

viernes, 8 de abril de 2011

ella

Ella sabrá lo que hace. Si quiere sentirse desgraciada es su problema, no quiero saber nada. Allá ella si no quiere luchar, si se rinde, si todo puede con ella. Mi cara seguirá sonriendo, mis maneras seguirán siendo impecables. Ni a través de mis ojos podrá nadie ver mi alma. Menuda perdedora.

martes, 5 de abril de 2011

el pintor

En casa teníamos una estufa. Una de esas antiguas. Grandota, de metal, con un gran tubo que llegaba casi hasta el techo. Nunca la vi en marcha. De hecho, de estufa sólo tenía el nombre, para mi era el garaje de mis pequeños cochecitos de metal; para mi hermano era el escondite de sus cigarrillos; para mi padre un adorno estupendo; para mi madre un trasto que siempre estaba sucio; para mi abuela era también algo, pero no sabría decir el qué. Aunque debía de ser importante porque se podía pasar horas mirándola, y su cara era la viva imagen de la felicidad. Yo creía que le recordaba al abuelo; mi hermano pensaba que a su juventud; mi padre opinaba que a los años en los que trabajó en la fábrica y mi madre que simplemente le había cogido cariño a la dichosa estufa, como se lo hubiera podido tomar a la mesa de la plancha. 

Yo quería mucho a mi abuela, y el corazón me dio un vuelco cuando, un día, al volver del colegio, en lugar de la vieja estufa se erguía, orgullosa, una lámpara de pie. De diseño. Fue imposible consolarla. A mi abuela, digo. Yo le decía que se la habían llevado a reparar y que pronto la traerían; mi hermano que, en el fondo, una lámpara de diseño era casi lo mismo que una estufa decimonónica; mi padre que aquella lámpara tan bonita debía alegrarle la vida a cualquiera. Y mi madre que dónde iba a parar, lo rápido que se podía limpiar ahora. 

Y así comenzó mi carrera de pintor. Hasta que no logré plasmar una copia exacta de la vieja estufa y ver sonreír de nuevo a mi abuela no descansé. Y hoy he tenido que pintar al óleo el rostro de mi padre, para que ella lo vea en el rincón de la estufa, entre el retrato de mi madre y el de mi hermano; y así mi abuela no tenga que ir perdiendo otra vez su sonrisa porque el tiempo pasa y las cosas no siguen en su sitio.

jueves, 31 de marzo de 2011

cosas de viejos

Tomás y Honorio se habían odiado profundamente durante toda su vida. Desde su primera pelea en el jardín de infancia, pasando por el colegio y la universidad, la empresa textil y sus matrimonios idénticos, hasta la residencia de ancianos en la que pareciera que únicamente pugnaban por aguantar con vida un segundo más que su adversario.

Tomás era de costumbres fijas. Todos los días se daba un paseo por el parque. Honorio también, todos los días lo seguía a no mucha distancia, como esperando que un resbalón o un rayo perdido acabara con su enemigo. Aquél día, unos jóvenes sin escrúpulos decidieron divertirse con Tomás. Le acercaron una navaja al pecho y le amenazaron. No vieron venir a Honorio ni a la lluvia de bastonazos con la que los dos ancianos la emprendieron y que les obligó a huir. Honorio y Tomás se miraron con interés y, sintiéndose algo más grandes que los reyes del mundo, regresaron lentamente. Al día siguiente salieron juntos a dar el paseo. Tenían mucho de qué hablar.

Seleccionado para su publicación en el I Premio de microrrelatos temáticos Hipálage

viernes, 25 de marzo de 2011

El torreón

Había alguien en el Torreón del Baño de la Cava. Era un pedazo de mi mismo que volvía siempre en primavera, cuando el Tajo venía más crecido, cuando desde su ventanuco uno podía quedarse ensimismado viendo su corriente, como mirando las olas del mar. Como cuando hace veinte años subíamos allí a jugar los muchachos del barrio de San Martín. Tú, siempre con grandes voces, con la vida rebosando por tus poros, me arrastrabas. Nos arrastrabas a todos. Aquel día en el Torreón comprendí que te quería más de lo normal. Lo comprendí porque os fuisteis todos y yo me quedé allí, llorando porque te reíste de mí. También comprendí que te irías de mi lado, que debía guardarte en secreto. A ti y al hecho de que te quisiera tanto. Lloré mi miedo a ser diferente a los otros niños. El miedo vino conmigo pero te lloré tanto que dejé parte de mí allí. Y siempre que paseo con mi mujer me veo entre las brumas, asomado al ventanuco.

martes, 22 de marzo de 2011

habitaciones

Era una habitación a oscuras. Si te fijabas bien, muy bien, podías deducir que se trataba de la habitación de un niño. Algún muñeco de peluche, libros infantiles, un póster colorido en la cabecera. Si bien, había algo que no cuadraba demasiado: la habitación estaba completamente ordenada, como una foto de un catálogo, como una biblioteca. En una silla junto a la cama, un pantalón y una camisa doblados minuciosamente y, sobre ellos, un diminuto reloj luminoso que celebró su paso de las 7:29 a las 7:30 ruidosamente. En poco más de 30 segundos, Fernando ya se había incorporado, había levantado la persiana, comprobado si llovía en el naciente día y salido al pasillo dirección al baño. Era un muchachote fornido, con tendencia a engordar, pelo corto, ojos inexpresivos y cara cuadrada. Mientras desayunaba repasaba mentalmente todo lo que tenía por delante en el día. Acabó, fregó el vaso y el cazo en el que había calentado la leche y, a las 8 en punto ya estaba frente a la puerta de su domicilio y, también, frente al único momento de vacilación que, día tras día, se repetía en su ordenada monotonía. Volvió sobre sus pasos y llamó a una puerta cerrada. Esperó unos instantes y entró con cuidado. Era otra habitación a oscuras. No hacía falta fijarse demasiado bien para comprobar que era una habitación de un adulto. Marcos con fotos familiares, cuadros figurativos, un joyero. Si bien, había algo que no cuadraba demasiado: la habitación estaba completamente desordenada, como una chabola, como la habitación de un niño. En una silla junto a la cama, una botella medio vacía y un vaso medio lleno. Una mano surgía del bulto cubierto de mantas que dormía en la cama. Fernando se acercó sigilosamente, destapó un poco el bulto hasta que asomó una cabeza despeinada. La besó.

-Buenos días, mamá.

Tras unos instantes, Fernando dio media vuelta y salió con cuidado de la habitación a oscuras.

martes, 15 de marzo de 2011

Paraíso

Hace mucho, mucho tiempo, Dios creó la tierra, creó el cielo, creó el agua y los mares, creó a los animales y a las plantas, creó al hombre y a la mujer y, dándoles el paraíso les dijo: “Ea, ¡a vivir que son dos días!”.

Muchos años más tarde Dios vino de visita con su mujer a la Tierra y comprobó, apenado, que el paraíso había sido asfaltado y que los humanos se tomaban las cosas mucho más en serio de lo que a Él le hubiera gustado.

Ganador concurso semanal microrrelatos Cadena Ser Castellón

viernes, 11 de marzo de 2011

su hoguera

Alfonso miraba por la ventana de su caravana. El límite de la ciudad lo marcaba aquel bloque de cemento, aquel edificio de viviendas repleto de graffitis. Poco después comenzaba el vertedero y, entre los dos, su caravana. No se podía quejar, los pandilleros le respetaban y las abuelas le llevaban comida. En su menú no faltaba de nada. A veces le preguntaban. Querían saber, pero Alfonso nunca supo explicar cuál fue la clave de su decisión. Dos años atrás sintió la perentoria necesidad de prender una gran hoguera de las vanidades con su vida. Dejar sus casas, sus coches, sus trajes. Dejar todo fuera de su caravana. Todo menos su profesión. La abogacía se salvó de la quema. Y en dos horas se dictaba sentencia en un importante pleito. ¿Qué haría con la comisión si ganaba? Lo tenía claro. Les compraría pinturas a los pandilleros y electrodomésticos a las abuelas.

domingo, 6 de marzo de 2011

Juliana


Juliana retomó el camino a casa, enfadada consigo misma. Sus pasos eran rápidos, su cabeza gacha. Parloteaba por lo bajo y, en ocasiones, movía las manos, como si éstas quisieran gesticular pero no acabaran de atreverse. Se cruzó con alguna gente a la que no quiso mirar directamente para no verse en la obligación de saludarla. Ni pensar en detenerse a hablar con algún conocido que exigiera más que un breve movimiento de cabeza. Seguro que todavía quedaban de esos. De conocidos que todavía no debían saber que se había vuelto loca. Conocidos que le preguntarían con naturalidad sobre su vida, sobre su casa, sobre su salud. Conocidos que todavía querían jugar a la pantomima. Tan irreales, tan artificiales como actores de Kabuki. 

Sin embargo, Juliana se arrepintió de haber pensado así, de haberse tratado como loca. Sintió un pequeño arrebato de autocompasión y sus ojos se llenaron de lágrimas. Las dejó hacer. Su visión se volvió borrosa pero se esforzó por no parpadear, como obligándose a una cierta penitencia. Sus piernas hicieron su trabajo y la llevaron, ajenas a las elucubraciones de Juliana, hasta su casa. Allí, dentro, Juliana dio rienda suelta a las urgencias de su interior. Su voz ronca parloteó como no se atrevía a hacerlo en la calle, sus manos completaban los movimientos que habían quedado incompletos y sus ojos, libres ya de lágrimas, relampagueaban, ora de tristeza, ora de furia, ahora de pena, ahora de desolación.

Era todos los días igual. Más o menos a la misma hora. La hora en la que volvía de su búsqueda, la hora a la que ya se había rendido y ya todo le molestaba, la hora en la que vivía en un permanente síndrome de abstinencia. La hora en que le molestaba su cuerpo, le molestaba su casa, le molestaba su soledad, los colores de sus paredes, sus trastos de siempre, los trastos intrusos, sus viejas fotografías, sus viejos recuerdos, su viejo reflejo en el espejo. Le molestaba su corazón, al que veía viejo y gastado, como un hueso amarillo, como un viejo egoísta. Le molestaba no sentir el calor que sentía, invariablemente, todas las mañanas. Entonces, la esperanza por encontrar aquello que estaba buscando le borraba todos los malos recuerdos, la ponía de pie, le estiraba la piel, le iluminaba los ojos, la hacía más bella, a ella y a su ropa, a ella y a su mundo.

Pero, por las noches, todo le parecía de nuevo fútil, vacío y, lo único que deseaba, era dormir, olvidarse de todo hasta el día siguiente. En vano acudió a su cabeza cierta lucidez, cierta conciencia del reloj de arena en el que se había convertido su vida, de cómo comenzaba el día repleto, de cómo perdía sin remedio granos y granos de energía, de cómo acababa sus días, vacíos. De cómo alguna mano invisible daba la vuelta, invariablemente, cada día, a su reloj de arena para que, al despertar, estuviera de nuevo repleto. Se daba cuenta de que estaba perdiendo la cabeza, que debía serenarse, debía calmar su ánimo, convertirlo en una playa serena, utilizar esa arena de otra manera, no dejándola a merced de la gravedad. Pero, lo que más pánico le daba era que una mañana se despertara y que, al que se encargaba de darle la vuelta a su reloj le hubiera pasado algo. Que se despertara tan vacía como había quedado la noche anterior.

Algo la distrajo. Oyó un gato maullar. Reconoció el maullido. De algún cachorro. De hambre. O, más bien, de llamada. Habría perdido a su madre. Agudizó su oído. Salió de la casa, siguiendo el sonido. No lo soportaba. Nunca había podido soportar ese sonido. Al poco lo encontró, al gatito. Se dejó coger sin miedo, pero no dejó de maullar. Era un cachorro de pocos días. Nunca había soportado ese sonido. Le causaba más ternura que el llanto de un bebé. No podía evitarlo. Lo llevó a su casa y lo pegó a su cuerpo. Le dio calor, le calentó leche. El gatito pronto ronroneó y se durmió, pegado al vientre de Juliana. Ella quedó en vela toda la noche.

jueves, 3 de marzo de 2011

Cuenta 140 (La caña)

Miró el fondo de su vaso, contrariado. Se dio cuenta, demasiado tarde, de que los males de los que se había olvidado eran todo lo que tenía.

Ganador concurso microrrelatos Cuenta 140 de El Cultural

miércoles, 23 de febrero de 2011

Hace tiempo encontré...


La editorial SM, con motivo de la celebración de la 33ª edición de los Premios de Literatura Infantil y Juvenil El Barco de Vapor y Gran Angular, pone en marcha la segunda edición del Concurso de Microrrelatos SMs.

En 160 caracteres como máximo y con la frase de inicio "Hace tiempo encontré..."

Espejos
Hace tiempo encontré… una especie de espejo que me reflejaba bonito. Yo me miraba feo y el espejo me devolvía bonito. No te hablo de amor, pero no quiero dejar de presumir en tus ojos.

Mi gato
Hace tiempo encontré… un gato andrajoso que ni maullar sabía. Lo adopté y le enseñé a hacer reverencias en francés. Ayer se fugó con un viejo analfabeto de manos grandes y suaves.

Niñato
Hace tiempo encontré… un niño de pelo negro que me miraba, como retándome. Sin hablar ni pestañear. Riendo, entregué mi fusil y me fui con él a jugar.

Maleducada
Hace tiempo encontré… mi alma tirada por el suelo, borracha, insultándome a voz en grito. Imposible razonar con ella. Tomé un caramelo contra el mal aliento y la dejé allí. Tirada.

Aventureras
Hace tiempo encontré… a mis gafas de sol mirando nostálgicas al horizonte. Al final comprendí su desconsuelo. Esta noche me las pondré para que, por fin, puedan ver la luna.

jueves, 17 de febrero de 2011

Idilio


-Perdona, ¿qué dijiste?
-Dame más vueltas morenita.
-¿Cómo?
-Nada...
-¿Qué estás leyendo?
-Nada.
-Va, ¿qué lees?
-Cosas.
-Ya.
Giró la cabeza, agachó el cuerpo, tratando de leer la portada del libro.
-An-to-lo-gía... ¿Antología?
Ella dejó caer el libro, abierto como lo tenía, sobre sus rodillas, ocultando la portada. Estaba sentada en el suelo, apoyada contra el armario. Su cabeza se reflejaba en el espejo por detrás, su cabello, su nuca, sus orejas.
Él giró sobre sí mismo, hizo rodar su silla de ruedas, volvió a apoyarse sobre su escritorio. Trató de concentrarse. O de parecer concentrado, leía una y otra vez “en el seno de una familia de posición económica desahogada, el 5 de junio de 1898.” sin entender.
-Ten cuidado con mis hojitas.
-¿Qué?
-Nada.
-Buf.
La miró, ella sonreía ahora.
-Deberías estudiar algo –dijo él.
-Estoy estudiando.
Siguió leyendo, sentada en el suelo. Su cabeza se reflejaba en el espejo del armario. Su cabello, su nuca, sus orejas.
Él respiró profundamente, como si llevara con paciencia una enorme carga. Movió el ratón de su ordenador, buscó la carpeta de música.
-¿Quieres que ponga música?
-Dame más vueltas alrededor.
-Me estás tomando el pelo.
Volvió a mirarla, temiendo realmente que se estuviera mofando de él. Ella volvió a sonreírle, sin levantar la cabeza, sólo los ojos.
Él notó algo, hizo rodar su silla hacia la puerta. Ella le siguió con la mirada.
-¿Dónde vas?
-Al baño.
Salió. Ella echó su cabeza hacia atrás. Pegándose a su reflejo. Cabello con cabello, nuca con nuca, orejas con orejas. Miró al techo. Qué bonito era. Cerró los ojos y murmuró:
-Jugando a la noria del amor. ¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera, el secreto de la primavera.

lunes, 14 de febrero de 2011

literatura hiperbreve

EL CULTURAL, propone semanalmente un concurso de literatura hiperbreve: contar una historia en 140 carácteres en relación a un tema propuesto. Aquí dejo algunas de mis propuestas (ninguna seleccionada).

San Valentín

Aquella viuda acudía a todos los velatorios. Entre las ropas de los difuntos escondía una margarita. Regalos para su amado en el cielo.

-Y a mí, ¿quién me querrá? -pensó, inquieto, sin soltar su arco y sus flechas.

No veas lo que lloró aquella solterona cuando se le murió su plantita. ¿Qué se puede esperar de alguien que llama "Valentino" a su geranio?

Armado con mi ramo de rosas reparto amor a 1 euro todas las noches. Soy Ahmed. El San Valentín de tu discoteca.

 
Peluquerías
María lloraba desconsolada.
-Mira que te lo dije pero tú, ni caso. Si es que, ¿cómo no te iban crucificar con los pelos que me llevabas?

Hijo y nieto de peluquero, Pelonio Barbero Sevilla retó a su destino y montó una inmobiliaria. Sus antepasados aún ríen en sus tumbas.

Admitió que su talento natural no era el que él hubiera deseado. A cambio, en su revistero sólo podías encontrar obras de Dostoievski.

Cuando salió ya no sufría por su amor. Dejó sus recuerdos cadáver, descuartizados sobre el suelo de la peluquería.

Tu olor me hace llorar a gritos. Pero mis cabellos de cisne y mi corazón de fieltro necesitan sanearse un par de veces al año.


Estufa
Se acunaba fantaseando con una enorme estufa en la que ardían todos los papeles de su gris oficina. Y todos sus compañeros. Menos Raquel.

En casa sólo teníamos una estufa. Una de esas antiguas, de metal. Pero muy esmirriada. Con razón Papá Noel nunca pasó a dejarnos regalos.


El humo
Entendía su talento como una maldición física. Necesitaba hacer sonar su chimenea si no quería que sus calderas explotaran de historias.



Rebajas
Cuando mamá dijo que íbamos al centro comercial, mi hermanita se alegró. Mientras pedíamos en la puerta, ella jugaba a las tiendecitas.

El crítico gastronómico más feroz y temido de la capital, cuando iba al pueblo siempre decía: -Qué bueno está, mamá.


Carbón
Cada Reyes le dejaba dos pedazos de carbón sobre su tumba. Cada 1 de noviembre recibía un ramo de rosas negras. Como siempre, sin tarjeta.

Era un maniático del orden. Tras la nicotina, alquitrán. Por último, monóxido de carbono. El caos sólo salía de su vida en forma de humo.

Mi futuro es tan negro como, ay, el color de tus ojos.

  
Los santos inocentes 

Encontraron un monigote de papel sucio entre la basura. Fue el mejor de los juguetes para los niños del vertedero.

La Lotería
-¿Qué hace un número como tú en un sorteo como éste? -dijo la niña despectiva.


martes, 8 de febrero de 2011

bullying

-No te preocupes mi niño. Tienes que hacer como si no los oyeras.
-…
-A ver, ¿qué te dijeron ayer?
-Se ríen de mí. Dicen que soy un monaguillo que huele a sardinas.
-¿A sardinas? Valiente tontería. Hazme caso, si no les sigues la corriente te dejarán en paz.
-Pero eso es casi peor. Es que no tengo ni un amigo.
-Los amigos vendrán. Si eres paciente todo se arreglará.
-¿De verdad?
-Claro que sí. Venga, date prisa que hoy tenemos interrogatorio a las 9.

El Sr. Honorio, juez de primera instancia, suspiró. La luz de cocina de su piso de soltero parpadeaba. Se levantó y guardó la lata de sardinas de su desayuno en la nevera. Tomó su paraguas y salió, rumbo a los tribunales. Como en los últimos 15 años. En la pechera de su camisa, junto a unas manchas de aceite, descansaba, rebelde, alguna miga de pan.

domingo, 30 de enero de 2011

aurora

Les presento a Aurora, Subsecretaria Judicial, la chica más anodina de los Juzgados. Aurora hizo un pacto con el diablo. Tenía ya muy gastado el banquillo de la vida y agotados los buenos propósitos y su recta forma de vivir. El sabor de su profesionalidad era como agua con gaseosa en su boca. Dejó su casa y entró en el Hotel del Vértigo. Se enamoró de asesinos, de jueces, de políticos. Sus pies apenas tocaban el suelo. Sus ojos eran del color de las enredaderas. Los que la abrazaban temblaban de miedo. Los que temblaban de miedo la abrazaban. Mientras, en su recibo aguardaba pacientemente su vida anterior. Cuando Aurora flanqueó la puerta, su vida anterior se llevó las manos a la cabeza. Aurora pidió perdón, el diablo devolvió su alma y todo volvió a ser como antes. Aurora, Subsecretaria Judicial. La mujer más deseada de los Juzgados.

Seleccionado III Concurso Microrrelatos sobre Abogados

lunes, 24 de enero de 2011

rebajas (II)

Era un trenecito de plástico nada atractivo. Demasiado viejo para serlo a los ojos de cualquier niño tecnológico y demasiado nuevo para serlo a los ojos de cualquier adulto nostálgico. Pasaban las campañas de navidad, las ofertas, las rebajas más agresivas y, año tras año, resistía en su estantería. Casi nunca nadie reparaba en él y si algún despistado lo hacía el trenecito arrugaba el morro o dejaba caer alguna de sus piezas para disuadir al posible comprador. Quería quedarse donde estaba, en la vieja tienda de juguetes. Los juguetes también necesitan juguetes con los que jugar y a él le encantaba que por la noche montaran en sus pequeños vagones las muñecas, los unicornios y los soldados y viajar juntos hasta el infinito. Y más allá.

Co-ganador Concurso Microrrelatos Cadena Ser Castellón (tema: Rebajas)

viernes, 14 de enero de 2011

Pedro Esperanza

Nadie en varios kilómetros a la redonda sabría decir su nombre, simplemente apareció una buena mañana de febrero, tiritando de frío, medio desnudo, apretujado contra el muro del granero. No hablaba, pero padre le dio algo caliente que comer y un techo donde dormir. También le enseñó a ordeñar las vacas, a limpiar los establos, a esquilar a las ovejas. Trabajaba duro y, a veces, sonreía. Padre no lo hubiera reconocido nunca, pero le había tomado cariño. Y yo también. Un día llegó un coche, un matrimonio, gente de bien, hablaron con padre, movían mucho la cabeza. Padre señaló al granero y caminaron hacía allí, el matrimonio con prisa, padre con pereza, todos a la misma velocidad. Quise avisarle pero no me dio tiempo. Se lo llevaron. Se llama Pedro. Me lo dijo, bajito, al oído.

martes, 11 de enero de 2011

rebajas

Hoy es 7 de enero. Hace frío, aunque el año pasado fue peor. Entonces Nerea pilló una pulmonía o algo así. Nerea es mi hermana pequeña. Es una niña increíble, listísima y graciosa a más no poder. A veces es pesada con ganas pero la verdad es que se me cae la baba con ella. Deberían conocerla, de veras. Hoy se ha acordado de que empiezan las rebajas y ha querido que jugáramos a las compras. Se lo pasa bomba. Cuando mamá ha dicho que era hora de ir al Centro Comercial se ha animado una barbaridad. Así, mientras nosotros pedimos limosna en la puerta ella puede seguir jugando delante de los escaparates.

viernes, 7 de enero de 2011

Terapia de pareja


Supongo que todo es una cuestión de vocación. Cuando es muy fuerte es inútil luchar contra ella. Estudié Derecho, pero por encima. Dedicaba mis ratos libres y liberados a todo lo que tuviera que ver con la Psicología. Me hice abogada matrimonialista y, por inercia, monté un despacho especializado del que lo único que me gustaba era el color mandarina de las paredes, la plaquita que puse en la columna de entrada y el tañer lejano de las campanas. Una pena. Para colmo, el primer matrimonio que vino a formalizar su divorcio presentaba un claro cuadro de exceso de expectativas en la pareja que solucioné en un par de sesiones. Ya han pasado unos años y de mi despacho todavía no ha salido ningún divorciado. Pero no tengo problemas con los vencimientos de las facturas. Las personas reconciliadas con el amor y con su pareja son enormemente agradecidas. Y generosas.

Seleccionado III Concurso Microrrelatos sobre Abogados

martes, 21 de diciembre de 2010

mi abuelo

Mi abuelo estaba enfermo de historias. Muy enfermo. No le dejaban descansar, le desvelaban por las noches y le despertaban cada mañana. Le nublaban la vista y el juicio. Para él eran peores que estar endemoniado, peor que una droga. Sólo escribiéndolas sentía alivio, a modo de sangría. Las historias le volvían, pero, cada vez más pronto, llamando a su puerta, exigiendo ver satisfechas sus urgencias, encastradas en sus venas, enredadas con sus nervios, con su corazón. Él decía que tenía dos corazones, el de sentir y el de contar. Se me murió el año pasado y siempre que puedo voy a visitar su tumba. Le leo cuentos para calmar su enfermedad, me da pena imaginármelo sin poder aliviarse de su mal. Son cuentos que escribo yo. En la oficina, en la peluquería. Ahora entiendo su forma de mirarme. Afectuosa, casi acariciando, pero con tristeza. Él ya sabía que yo también iba a enfermar de historias.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Leonardo

Aquél era un ratón renacentista pero, sobre todo, un soñador. Con unas viejas castañuelas se fabricó unas alas y se lanzó al vacío. Pobre.


Finalista en el concurso Cuenta 140 de ElCultural.es

viernes, 10 de diciembre de 2010

remero



Allá en la Finca Amarilla cuidábamos de Remero todos. Era una obligación sobre la que los niños no nos planteábamos su necesidad o su justicia. Era como quitar las malas hierbas o recoger las algarrobas en septiembre, como poner cepos para las ratas o barrer las hojas muertas del platanero que se colaban en la cocina. Algo que había que hacer si no queríamos recibir algún grito o quedarnos sin permiso para bañarnos en la balsa en verano. Los días eran cortos y el tiempo pasa rápido cuando el hambre acecha y azota o si la mucha o poca agua arruinaba los polvorientos sembrados de la familia. Si algo recuerdo de los años en la Finca Amarilla es eso, el hambre, el sabor a polvo de cualquier cosa y el olor a almendras amargas del cobertizo de Remero. Nuestra familia había cuidado de él desde que el padre de mi abuelo había cercado la Finca, expulsado a los gatos monteses y criado a unas pobre cabras que llevaban el peso de sus huesos con dolorosa indolencia. Ya entonces vivía Remero en el cobertizo, cuatro paredes de una piedra más maciza que la Finca. Padre siempre contaba la misma historia en Nochebuena, que era el único día en el que se permitía vaciar las botellas de vidrio negro, llenas de un licor que sabía, además de a polvo, a fuego y a manzana. La historia de cuando el padre de mi abuelo encontró a Remero moribundo, cómo lo escondió, le curó las heridas, le alimentó y le dio cobijo, cómo Remero le recompensó haciendo florecer los sembrados sin agua, haciendo engordar las cabras, haciendo engordar también a sus corazones de alegría, cómo fueron aquellos los buenos tiempos de la Finca Amarilla. Remero era desde entonces la brújula de la familia, el Dios misterioso al que había que atender en todas sus urgencias para que los hijos del padre de mi abuelo tuvieran qué llevarse a la boca, y los hijos de sus hijos, y los hijos de los hijos de sus hijos, es decir, nosotros. Padre se quejaba cada año con más amargura. Los años malos se sucedían, apenas él recordaba la última bonanza, la última merced de Remero, aún menos sus hijos, para los que la vida siempre había sido hambre y polvo. Quizá aprendí de mi hermano mi odio por Remero, un odio irracional, visceral, como se odia a un enemigo del que nunca se ha visto la cara, del que uno no imagina más que una intención malévola en su existencia. Quizá lo aprendí de mi hermano, el mayor. Él escupía en la comida que había que llevarle diariamente, aunque tuviéramos que quitárnosla de nuestras bocas. A veces incluso orinaba en ella. Una noche, emborrachado por el fuego en el que al final del verano quemábamos los rastrojos, transporté las chispas hasta el cobertizo y marché corriendo, escapando de las llamas que prendían rápidamente, de los gritos de aquél ser informe y atemporal al que nunca había visto más que por porciones. Seguí borracho aquella noche, todos parecían borrachos, hasta el viento, hasta los árboles, hasta las estrellas parecían borrachas. También mi familia, que empaquetaba sus pocas pertenencias, gritando, llorando, riendo, mirándome extraño; porque quisieron marcharse sin mi, encerrándome en el sótano, con los ojos borrachos de miedo, hasta mi hermano el grande temblando como un potrillo recién nacido. Todavía borracho grité y grité en el sótano, rompí todo, corrí chocándome con las paredes, buscando un atisbo de luz, hasta que caí dormido, debí haber caído dormido, porque recuerdo despertar, recuerdo que me despertó Remero, u otro como él, otros como él. Mirándome, informes, atemporales, los únicos seres impolutos en aquél mundo de polvo. Volví a dormir, debí dormir porque recuerdo despertar de nuevo, salir del sótano, contemplar la nada amarilla, contemplar que no quedaba ni una piedra de la Finca Amarilla, ni un hueso de mis padres, ni de los padres de mi padre, ni de los padres de mi abuelo, ni de mi hermano el grande. Quedándome sólo, sin asideros, echando de menos al polvo y al hambre, con un profundo pozo de incertidumbre en mi, un pozo sin fondo. Pero sigo buscando, sin saber por qué, sigo buscando a Remero. Quizá para que me seque este pozo de incertidumbre, quizá para pedirle perdón.


 

sábado, 4 de diciembre de 2010

pasear

Siempre vengo hasta este astillero. Todas las tardes, sobre todo en invierno. Es en esta época cuando más me gusta pasear por aquí. Mi ánimo siempre ha sintonizado con el vaivén de las olas, con los barcos difuminados en la niebla, con la soledad, con la tremenda soledad que todo aquí desprende. Sin embargo, no me siento sola aquí, siento que me acompañan las barcas, las olas, la vieja y majestuosa grúa, siento que me acompañan en mi soledad, que no estoy sola, que tantas soledades están por fin acompañadas. No vengo a buscar nada, pero todas las tardes vengo aquí, sola, a mirar el mar y, acompañada, me vuelvo a casa.

Astillero. Fotografía de Ignacio Cagigas Dos Santos Cruz

domingo, 21 de noviembre de 2010

números

2 era el número de la suerte de ella, 5 el día del mes de octubre en el que se dieron el primer beso, 13 era el número de la suerte de él, 19 el día en que comenzaron a salir juntos, 27 el día del cumpleaños de ella y también el día en que se casaron. 32 la edad de él ese día, 34, la edad de ella. 5 eran los años que llevaban juntos cuando decidieron jugar a la lotería todas las semanas con la misma combinación. En la semana que hacía 20 a él se le olvidó sellar el boleto. En la semana que hacía 20 ella fue por su cuenta a sellar un boleto cambiando el 13, que no le gustaba, por el 15, el día del cumpleaños de él. Tardaron 2 días en saber que habían acertado todos los números y 15 minutos en comprobar que había más de 300 acertantes. Siguieron teniendo 30 años de hipoteca pero se fueron de crucero. 15 días.

domingo, 14 de noviembre de 2010

mi mala suerte

Desde que decidí convertirme en abogado parece que la suerte me es esquiva por completo. En la facultad de Derecho me enamoré de Nuria, la profesora de Constitucional II que, además de suspenderme, me dio calabazas. Hice mi pasantía en un bufete que pasó a la fama por jugar un papel muy turbio en un escándalo urbanístico. En mi peregrinaje laboral por gestorías y bufetes nunca triunfé y nunca uno de mis recursos fue estimado. Preparé oposiciones para fiscal, pero todas mis causas eran sobre personas inocentes. Me quedé calvo y sospecho que también sufría de halitosis. Harto de una vida tan nublada decidí acabar con todo desde el puente de la autopista pero, por supuesto, sólo logré romperme las piernas. Sin embargo, es agradable que la enfermera que me cuide seas tú. Puede que mi suerte haya cambiado al fin.

martes, 9 de noviembre de 2010

su norte

−No me creo que llames desde El Bonillo.

−Sí, papá, ¿desde dónde quieres que llame?
−Pero entonces… ¿ya has vuelto de la guerra?
−Nunca he estado en la guerra, papá, el que estuvo fuiste tú, no yo.
−Vaya, se lo tengo que decir a tu madre, estaba muy preocupada, la pobre.
Con su padre siempre es lo mismo, hace años que es así, Antonio ya está acostumbrado a su particular senilidad, al calidoscopio de recuerdos y olvidos que construye y derriba cada día en su cabeza. Su madre cuida de él y es la que mejor le ha enseñado a tomarse con sentido del humor su progresivo desdibujamiento. Siempre quiso ser enfermera y encontró en la enfermedad de su padre una piedra de toque que, paradójicamente, acabó por acercarla más a él. Su vocación fue superior a cualquiera de sus sueños, que los tenía, que compartió con Antonio y de los que su padre nunca llegó a percatarse. Dejar El Bonillo, volver a su Barcelona natal, abandonar a su padre. Hoy los ve felices. Los ojos de su madre rebosan energía y vitalidad y su padre nunca hubiera podido resistir vivir sin ella.
−¿Le has comprado algo a tu madre para su cumpleaños?
−Claro papá, nunca se me olvida. Hala, cuelga y nos vemos en un rato.
Durante la comida familiar su padre le dirige miradas cada vez más hurañas.
−Hay que ver lo que traga este electricista. A ver cuándo se pone ya usted a trabajar.
Los hijos de Antonio no tienen reparo en tomárselo a risa.
−Dí que sí abuelo, este hombre no da un palo al agua.
Pasó el rato, llegó la hora de irse, los hijos de Antonio plasmaban besos rápidos en las mejillas de sus abuelos. Antonio paseó su mirada por las viejas fotografías que superpoblaban el aparador. En una de ellas aparecía su padre en su época de actor. Se le vuelve a pasar por la cabeza lo paradójico de la situación, el hecho de que la enfermedad de su padre fuera lo que, finalmente, impidió que su madre lo abandonara, cómo algo a priori cargado de tristeza había aportado felicidad a ese hogar, cómo algo que separaba por naturaleza había llegado a unirlos de nuevo.
Antonio sale a la calle acompañado de sus hijos y de su madre. El más pequeño de ellos vuelve a recoger una chaqueta olvidada.
−Lo del electricista ha estado bien, abuelo –le dice al oído al padre de Antonio.
Él no dice nada, no le mira. Sólo se sonríe.

jueves, 4 de noviembre de 2010

halloween

Era la noche de difuntos. El cazador desplegó sus alas y sobrevoló la ciudad dormida hasta que divisó una ventana semiabierta. Su horrendo rostro esbozó una sonrisa mientras se escurría por el hueco y se incorporaba a un escenario siempre nuevo y siempre familiar: una habitación. Una cama. Alguien durmiendo. Un cuello al descubierto. Sangre. Comida. Se acercó sigilosamente y atacó.
El primer manotazo lo aturdió, el segundo prácticamente lo desintegró. Antonio se rascó el cuello con ansia y maldijo a los puñeteros mosquitos que no descansaban ni en verano ni en invierno. Se dio la vuelta y casi al instante se volvió a dormir.

Ganador del concurso de microrrelatos Radio Castellón Cadena Ser

jueves, 28 de octubre de 2010

campanilla

Mi exmujer me odia, y la verdad es que tiene motivos de sobra para hacerlo. Dice que mi único amor es el dinero y hoy por hoy no tengo ningún reparo en darle la razón y aún diría que se queda corta. Hace un año me arruiné jugando en bolsa y me vi obligado a iniciar un proceso judicial para revisar el convenio de separación. La única manera de salir a flote era reducir la cuantía de la pensión para nuestra hija pasando más tiempo con ella. La ratio horas-con-mi-hija/euros era altamente rentable a pesar de lo fastidioso de lidiar con una mocosa de seis años con tendencias bipolares y su piojoso osito. Gracias a Dios que mis acciones han vuelto a subir y ya no necesito el dinero. Ya puedo volver a facturar a niña y osito a su madre. Bueno, en cuanto acabemos de preparar su papel de campanilla para la función escolar.

miércoles, 20 de octubre de 2010

grau y yo

Quién me ha visto y quién me ve. De calcetines con agujeros a trajes de marca. Ningún indicio del granuja que estaba hecho. Todo empezó cuando Grau entró en mi tienducha una tarde de lluvia. Buscaba un mastín y le acabé vendiendo una tortuga. Él era un abogado recién licenciado y una persona especial. De alguna silenciosa manera transmitía confianza y sus clientes se sentían muy cómodos con él. Su capacidad para escuchar era tan superlativa que en cualquier tipo de reunión se acababa erigiendo como interlocutor principal, a pesar de que apenas abriera la boca. Había hasta desarrollado la facultad de desdoblar su atención a varias conversaciones simultáneas o a seguirlas mientras ocupaba su cabeza con otros pensamientos. Pero, para mi fortuna, su capacidad no era bidireccional y su habilidad para exponer sus alegatos ante un tribunal era absolutamente nula. Necesitaba un charlatán. Y formamos un buen equipo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

de la guarda

Como los ángeles al caer el sol, que duermen como benditos. Nosotros no, los ángeles de la guarda hemos de estar eso, de guardia ininterrumpidamente. Así estamos como estamos, hablando solos y fumando sin parar. Pero cambiar de puesto cuesta una eternidad. Para colmo siempre toca proteger a los más capullos. Dan más ganas de reventarles las ruedas o dejar que La Galletita se les atragante y que mueran entre estertores horribles. En cambio Nerea es un regalo del cielo, un ángel sobre la tierra a la que me muero por abrazar y sentir. No tengas miedo a ese camión. Seguro que vienes al cielo.

viernes, 8 de octubre de 2010

El Sr. Coolie

Al Sr. Coolie le entusiasmaba el cine. Sencillamente, se dio pronto cuenta de que percibía todo lo que acontecía fuera del cine como unos ensayos generales de lo que luego vivía dentro. Él recopilaba la información y en la sala se orquestaba con total precisión lo almacenado en toda su plenitud. Allí era el hombre, el soldado y el poeta que en su vida real no podía completar.
En su 54 cumpleaños sufrió la mayor decepción de su vida. En la puerta del cine, un nefasto y somero cartel anunciaba su cierre. Aturdido, entró en el primer café que vio, pidió un tazón de leche y se sentó.
-Pero, ¿por qué habrán cerrado el cine?
No fue él quien habló. A su lado, ante un tazón de leche casi vacío, una señora de mediana edad con unos ojos llorosos, grandes y azules, abría y cerraba la boca.
El Sr. Coolie miró al frente y fue en ese momento espectador de excepción del más perfecto y hermoso travelling del que había sido testigo nunca. Con una sonrisa triste pero pícara, el hombre, el soldado y el poeta dijo:
-¿Estás hablando conmigo?


Publicado en el libro El beso. Ed. Cardeñoso

jueves, 30 de septiembre de 2010

imperfectos conocidos

Quedamos para cenar pero no apareciste. Lo intentamos otra vez al día siguiente sin éxito. Por un motivo u otro pasaban los días, las semanas y los meses y nunca coincidíamos. Cenábamos cada uno por su lado. Extraños.
Es por eso por lo que te pido el divorcio. Prefiero cenar solo a cenar contigo en soledad.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

septiembre

Había llegado septiembre y me propuse que todo iba a cambiar, se acabaron los días vacíos, la tensión cotidiana, el stress por la consecución de objetivos, el haber llegado a que, en mi vida, el tiempo no fuera más que una línea sólo interrumpida por la noche y el sueño, sin derecho para dedicarlo a las personas que aún quiero y que aún me quieren. A partir de ahora voy a ser una persona nueva, diferente. En mi vida lo más importante ya no va a ser el éxito, lo más importante va a ser Mi Vida. Con mayúsculas. Se acabaron por completo las actividades extraescolares, el inglés, la informática, el fútbol, el tenis y el piano. Quiero volver a ser un niño normal. Y lo voy a conseguir.

Ganador del concurso de microrrelatos Radio Castellón Cadena Ser

lunes, 13 de septiembre de 2010

cuerpos lunares

Papá solía morirse dos veces al día y otras tantas resucitaba. Era bipolar al extremo. O lunar, como él decía. Bien concentrado: luna llena, cuarto creciente, cuarto menguante y luna nueva, por partida doble cada día. Lo peor eran los eclipses, por inesperados e intensos. Eclipse parcial o eclipse total. Él siempre decía que prefería parecerse a la luna que a una farola, siempre aburrida, siempre la misma luz, obstinadamente. Pero yo sólo quería tener un padre-farola normal. Sin embargo, hace un año conocí a Nerea y los vecinos han terminado por mudarse. Demasiadas fases lunares y muertes diarias entre los dos.

jueves, 26 de agosto de 2010

Grau

Ninguno de nosotros soportábamos a Grau. Era una especie de inquina tácita y compartida. Siempre quería ser el mejor en todo y lo peor es que siempre era el mejor en todo. “Mi nombre es Alfonso Grau”, se presentaba, y parecía querer añadir “abogado de gran prestigio, ¿quieres que te muestre mi mochila de conocimientos?”. Bien podía explicarte el porqué de la burbuja inmobiliaria como hablarte, sin despeinarse, del Decreto de Nueva Planta, pontificar sobre el resultado de las últimas encuestas sobre intención de voto y darte al mismo tiempo instrucciones para jugar (bien) al guiñote. Completamente insufrible. Sólo cuando llegaba la hora de visitas y, día tras día, ninguno de sus hijos y nietos acudían a visitarle, parecía volverse un poco más humano en su burbuja triste de sabiduría.


Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

lunes, 19 de julio de 2010

El licenciado Hervás

Ramiro Hervás era muy popular en Madocón. Era el abogado particular del hombre más poderoso de la ciudad y sus alegatos en la sala de los numerosos juicios a los que se tenía que enfrentar eran jalonados como a un torero en la arena, propagándose de boca en boca por los mentideros jurídicos, por los bares y por las peluquerías. Y es que el licenciado Hervás era un romántico. Con sus informes, las leyes se convertían en bellas maquetas de realismo mágico y los jurados, emocionados, eran incapaces de aplicar condena alguna. Pero en el pecado estaba su penitencia ya que su romanticismo se alimentaba de la pena que le afligía por su amor por Rosarito, la hija de su cliente y a la que éste prohibió casarse con él, convencido acertadamente que la mejor garantía para una vida sin problemas con la justicia era un corazón de abogado destrozado.

martes, 13 de julio de 2010

herencia vocacional

Yo iba para soldado. Desde que tenía uso de razón había sido mi sueño. Todo lo que rodeaba la vida castrense me fascinaba y todo lo escrito me daba alergia. Pero el sueño de mi padre era otro: A Dios puso por testigo de que su hijo sería abogado. Y al final lo consiguió. Ahora, muchos años después, comprendo a mi padre y estoy contento y agradecido por mi trabajo en los tribunales y por la seguridad que me proporciona. Me gustaría que mi hijito siguiera mis pasos y que, como yo, no tenga que sufrir en la vida. Hoy ha colocado su primer póster en su habitación: Chuck Norris a tamaño natural. Toda una declaración de intenciones.

Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

jueves, 17 de junio de 2010

esquizofrenia por compasión

Pedro, el oculista, ha salido corriendo blandiendo una enorme cimitarra, David, el cirujano, se paseaba con los ojos inyectados en sangre mientras mantenía en su mano algo parecido a un pulmón seccionado, del interior de la sala de rayos surgían gritos desgarradores y gruñidos no demasiado humanos. Desde su silla de recepción de planta, Antonio suspiró. Quizá esta vez había llegado demasiado lejos. Tomó ración triple de su medicación y se la tragó con un poco de agua, no sin antes mirar con emoción cómo Mar, la enfermera interina, le dedicaba una mirada cálida y le decía con los labios: “te amo.”

jueves, 27 de mayo de 2010

se hace tarde

La cena se enfriaba en la mesa. Todos los días la misma cantinela. Siempre se hacía de rogar a estas horas, siempre se entretenía con otras cosas a pesar de que sabe que detesto cenar tarde. Suspiro y muevo la silla de la cocina, carraspeo, abro y cierro el grifo, pero ella sigue sin aparecer. Yo lo dejaré todo lleno de pelos pero, de verdad, ella es un desastre con las cenas. Puede que siga enfadada por lo de aquella chica. Precisamente a los pocos días de nuestra boda. Nada, que no, que no la espero. Otra noche cenando solo. Y ya van tres años.

sábado, 15 de mayo de 2010

mayo

Las cosas vienen como vienen. A Antonio le apasiona el diseño industrial. Aurora está perdiendo vista pero es tan coqueta a sus 70 años que no quiere llevar gafas. Miguel no ha visto la señal de stop, ocupado como está en sintonizar la emisora que más le gusta. A Ana le encanta el mes de mayo. Pablo llega tarde a su asistencia mensual a la terapia de alcohólicos anónimos. María practica una coreografía junto a su amiga Marta.

Marta avisó tarde a María, Pablo sólo pudo dar un volantazo y no pudo esquivar a Ana, Miguel no fue capaz de recordar nada, Aurora y Antonio no supieron explicar lo que había pasado en la personación de testigos.

Por una vez en su vida, Pablo será valiente y no se dará a la fuga. Ayudará a Ana, que sobrevivirá. Y yo estaré orgulloso de representarle en el juicio.



Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

viernes, 7 de mayo de 2010

fotografía

La mujer de la foto sonreía. Más parecía una pintura que una fotografía. Mirada perdida. Sonrisa enigmática. Árboles al fondo. Un atardecer adornado con pájaros, finas curvas negras, como pestañas sobre la mesa y, si uno prestaba atención, a los pies de la mujer un niño desentonando en el cuadro. La mujer es mi madre, una gran señora a la que todos respetaban y que inculcó en nosotros los sagrados valores de la responsabilidad, rectitud y mesura. El niño soy yo. Ceñudo, huraño y taciturno. Por eso no me gusta esa foto. No la entiendo. Yo adoraba a mi madre.

martes, 20 de abril de 2010

radio

"Y la noticia del día es : ¡Un crucero por las islas griegas por tan solo 589 € por persona! Disfrute de la comodidad y el lujo de nuestra extensa y selecta flota de barcos. Tómese un respiro y diga... ¡pelillos a la mar!"
Tras una pausa dramática Azucena cerró el micrófono. No pensaba repetirlo ni una sola vez más. Cuando llegó a aquella emisora local soñaba con triunfar como locutora, con disfrutar con cada programa de radio y con que su bonita voz alegrara las mañanas de miles, millones de oyentes. Y a lo máximo que llegó era a que esa bonita voz diera vida a anuncios absurdos. Quizá había llegado el momento de renunciar a su estúpido sueño.
Mientras, en la puerta de la emisora, Pedro se debatía nervioso entre llamar y preguntar por la dueña de la voz que le había enamorado o volver a casa y renunciar a su estúpido sueño.

abril

Mi oficio es raro: leo microrrelatos sobre abogados. Mejor no preguntar. Lo que empezó como una bonita iniciativa para acercar la abogacía a la sociedad se convirtió, de la noche a la mañana, en una avalancha de microescritores pugnando por un pellizco de vanidad satisfecha. El cirio que se montó fue importante, pusimos turnos en la oficina pero terminamos por rendirnos a la evidencia. Alguien tenía que dedicarse íntegramente a filtrar las miles de tentativas que llegaban diariamente y, por carambolas de destino, el elegido fui yo. Maldita la hora. Lo poco gusta y lo mucho aborrece. Este negocio ha terminado con mi amor por las buenas lecturas y por las malas leyes a las que buscar resquicios. Es más, odio a los abogados y a los microrrelatistas. Los detesto. Ya soy como cualquier hijo de vecino. Sólo deseo que me toque un boleto ganador. Retirarme. Y ver la tele.

Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

viernes, 2 de abril de 2010

mago


Imbéciles! Mentecatos! Necios… Su miraba destilaba odio pero su público, lejos de mostrarse impresionado, continuaba burlándose de él, envalentonados por los vapores de la Coca-Cola. Su misión era clara, permanecer anónimo a lo largo de los siglos, a la espera del retorno del señor del mal, disforme desde su última derrota, pero que prometió volver para destruir a la humanidad. Y ahora esa humanidad se le reía en las barbas. Pensó que trabajar como mago infantil sería una buena distracción para su magia y su ánimo pero aquellos monstruitos cabezones eran cada vez más maleducados. Ahora aprenderían. Abracadabra!

miércoles, 10 de marzo de 2010

genio

Hoy he vuelto a escuchar tu historia, la contaban unos estudiantes en la cantina. Les encanta. Ya casi me la sé de memoria. Hace más de 20 años asesinaron a un chico, un prometedor estudiante de matemáticas, casi un genio. Lo mataron aquí mismo, cuando estaban construyendo la Universidad, lo enterraron entre los cimientos y nadie lo descubrió. Ahora se aparece de vez en cuando para hacer lo que más le gustaba, resolver problemas, ayudando a estudiantes, que luego no recuerdan nada, a obtener Matrículas en los exámenes de matemáticas. Dicen que es un alma buena y caritativa, pero yo sé que no es verdad, que sólo lo haces para vengarte de mi por lo que te hice hace más de 20 años, celoso de tu futuro. Para obligarme, cada vez que corrijo un examen que tiene tu sello, a reconocer que nunca tendré tu nivel, que siempre serás un genio.

viernes, 5 de marzo de 2010

mirar

Estaban a punto de llegar las fiestas. Había algo especial en el ambiente. A través del cristal de la ventana del segundo piso de la Unidad de Crónicos vislumbré su silueta contemplando la calle, como siempre. Cuando llegaba al Hospital por la mañana, inconscientemente, levantaba la mirada, como para comprobar que todavía seguía allí. Todos los días le daba el desayuno, la comida y la merienda, la aseaba, la peinaba y la cuidaba. Y ella, que iba ya dejando atrás su juventud, sólo miraba a través del cristal, como si la vida le fuera en ello. Cuántas veces soñé con encontrar las palabras mágicas, la piedra filosofal que le devolviera la vida, que la liberara de su cárcel. Pero de hoy no pasa, me voy con ella a dar una vuelta.

miércoles, 3 de marzo de 2010

músico

Mi hijo será abogado, pero abogado, abogado. No un simple licenciado en derecho, carne de oposición, un ente alopécico que ofrezca los mejores años de su vida como ofrenda al Dios Administración Pública, no, no. Mi hijo será un abogado de verdad, un defensor de causas imposibles, un artesano de argumentos, el mago de los sobreseimientos. Será rico, famoso, respetado y admirado. No como su madre. No descansaré hasta que tenga la fotografía del día de su graduación sobre mi mesita de noche. Y ningún psicólogo infantil de tres al cuarto como usted me va a convencer de que mi hijo tiene una sensibilidad especial para tocar el violín. Valiente pérdida de tiempo.

Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

viernes, 26 de febrero de 2010

nagasaki

Hacía tres largos e interminables días que caminábamos, nuestros pies, repletos ya de ampollas y heridas, casi en carne viva, apenas nos molestaban ya. Misterios del cuerpo. Tú tampoco protestabas ya, tu incredulidad había dejado paso a algo parecido a la sumisión, simplemente caminabas con la mirada extraviada. Ya no era necesario amenazarte como tuve que hacer cuando, cuchillo en mano, te obligué a seguirme, a salir de la ciudad y a caminar y caminar, sin rumbo pero sin pausa. Algo cambió en el aire, un dulce aroma a cerezo en flor, un claro en el bosque, en lo alto de una loma. Ya habíamos llegado. Por fin. Me detuve y miré atrás por primera vez en 72 horas. Y ocurrió, algo muy lejos hizo explosión, todo comenzó a perder su color inundado por un formidable resplandor, por una blancura bella, tan bella. Y por un silencio atronador. "¿Por qué me haces esto, Takeshi?". No lo sé, Akane. Pero, ¿no entiendes que no puedo dejar que mueras?

miércoles, 10 de febrero de 2010

jugar

Nunca pensé que acabaría dedicándome a esto, menos aún que terminaría por gustarme. Estudié Derecho casi por inercia, por tradición familiar, supongo, absorbiendo como una esponja palabras y palabras que, en su momento, nada significaban para mí. Un perfecto expediente académico, un brillante conjunto vacío que no acallaba a mi corazón infantil, ansioso por jugar. Con los años ocurrió lo que no esperaba, comencé a amar mi profesión, el universo de la ley y, con el devenir del tiempo, mi corazón creció conmigo. Por eso hoy dejo el bufete, queridos compañeros y no, no he perdido el juicio. Sólo quiero viajar, contemplar el mar por una ventanilla, cocinar y, sobre todo, jugar.

jueves, 28 de enero de 2010

El paraíso

Aquí vinimos a descansar, mi mujer y yo estábamos cansados de la vida que llevábamos, trabajar 14 horas diarias y no vernos más que para cenar; no tiene sentido, lo que queremos es esto. Sin obsesiones por planes futuros, por proyectos vacuos. Sin corazones acelerados ni pupilas que se dilatan. Esto es lo mejor para nosotros. Ahora estás enfadada, dices que he perdido la cabeza, que hacer naufragar nuestro yate en este islote perdido es una locura. Pero es lo que necesitaba. Y tú también. Y tarde o temprano lo entenderás. Además, no he olvidado nuestros discos favoritos, los de Bob Dylan.

jueves, 14 de enero de 2010

mi abuelo

Tenga usted un buen día, señor, ¿no tendría una moneda? No se asuste, sólo necesito un pequeño apoyo, se lo juro. Déjeme contarle, mi abuelo era un poco mago, disfrutaba sorprendiéndonos con sus trucos. Su secreto, decía, era un cubo mágico que robó en su viaje a Europa con la Gran Guerra. Un simple dado de plástico. Mi abuelo murió, los años pasaron y mi vida naufragó, drogas y malas compañías ¿sabe usted? Si mi destino tuviera un portador, sin duda llevaría traje de cartero. Como el que me notificó el señalamiento para mi juicio más grave y, tiempo después, ayer mismo, me notificó la sentencia. En el sobre, junto a la absolución encontré el cubo de mi abuelo. La esperanza tiene muchas caras y ¿sabe usted? La mía tiene 6… Gracias por la moneda señor, muchas gracias. Que Dios le bendiga.

martes, 15 de diciembre de 2009

empezar

Con su cuerpecito temblando de rabia, Antonio desafiaba a su maestro que, poco amante de querellas, hizo lo posible por calmarle los ánimos. Cada vez le ocurría más a menudo. Le venía a la mente un recuerdo como aquél. Sin venir a cuento. Eran las cinco de la mañana y en la estación hacía mucho frío. Claro que era más bien un apeadero y estar sentado en uno de sus bancos era como estarlo al aire libre. Mañana cumpliría 26 años. Le esperaba su familia y una gran celebración. Tras 6 años en la ciudad, por fin había terminado la carrera. Por fin podía entrar en nómina en el despacho de su padre. Sintió que un escalofrío recorría su cuerpo, como siempre que se ponía a pensar en el futuro. Contempló el arbitraje de agujas y el entramado de vías en el que se bifurcaban poco más adelante. Respiró hondo.

viernes, 27 de noviembre de 2009

colgado de ti

Ni subido a una escalera conseguiría besarte, si lo intentara, tus guardaespaldas saltarían sobre mi y me harían pedacitos, sin contar que la policía se presentaría en cuestión de minutos y me arrastrarían al calabozo sin demasiadas contemplaciones. Imagínate, lo que diría mi esposa, le faltaría tiempo para atender a los periodistas con su estudiada expresión abrumada por mi salud mental. Mi hija no, ella me entendería, es como yo, una soñadora. De todas formas, eso no pasará, no necesito besarte ni tocarte, me conformo con lo que tengo. Mirarte todos los días. Rendido ante tu belleza. Que el vigilante del museo me mire mal es el menor de mis problemas.

martes, 3 de noviembre de 2009

vaquero

Esta vez no erraré el tiro, era su frase favorita, ¿sabe usted? Era de no sé qué película del oeste, una de John Wayne, creo, bueno, no estoy segura. La soltaba de vez en cuando, sin venir demasiado a cuento, la verdad es que era un fanfarrón, mire, como todos los hombres. Por fuera un ogro, pero por dentro era más bueno que un ángel, yo lo sabía, yo, incapaz de hacer daño a nada. Un gato, un simple gato sarnoso se nos cruzó en la carretera, y en lugar de atropellarlo lo intentó esquivar, perdió el control y nos chocamos. Y cien veces que se nos hubiera cruzado, cien veces lo habría intentado esquivar. Porque era el más bueno, mi vaquero de pacotilla...

domingo, 25 de octubre de 2009

el barco

El hombre luce una inquietante sonrisa. Asomado a la borda del crucero se fuma un cigarrillo. Todos los días a la misma hora. Y no hace nada más. Ni baja a las fiestas de gala, ni se baña en la piscina, ni toma el sol, ni participa en las excursiones..., nada. Sólo sale de su camarote para contemplar el mar mientras atardece. No creo que nadie haya reparado en él. Es como si se moviera en un tempo diferente y eso lo hiciera invisible. Pero hoy era diferente, hacía tiempo que había acabado su cigarrillo, tiempo que había dejado de sonreír, que miraba intensamente al horizonte y que sus nudillos se blanqueaban por lo fuerte que se sujetaba. Por un momento tuve la seguridad que quería saltar. Algo pasó y lo perdí de vista. Algo pasó, porque aquella noche sí bajó a cenar. Y su sonrisa ya no era inquietante.