martes, 21 de diciembre de 2010

mi abuelo

Mi abuelo estaba enfermo de historias. Muy enfermo. No le dejaban descansar, le desvelaban por las noches y le despertaban cada mañana. Le nublaban la vista y el juicio. Para él eran peores que estar endemoniado, peor que una droga. Sólo escribiéndolas sentía alivio, a modo de sangría. Las historias le volvían, pero, cada vez más pronto, llamando a su puerta, exigiendo ver satisfechas sus urgencias, encastradas en sus venas, enredadas con sus nervios, con su corazón. Él decía que tenía dos corazones, el de sentir y el de contar. Se me murió el año pasado y siempre que puedo voy a visitar su tumba. Le leo cuentos para calmar su enfermedad, me da pena imaginármelo sin poder aliviarse de su mal. Son cuentos que escribo yo. En la oficina, en la peluquería. Ahora entiendo su forma de mirarme. Afectuosa, casi acariciando, pero con tristeza. Él ya sabía que yo también iba a enfermar de historias.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Leonardo

Aquél era un ratón renacentista pero, sobre todo, un soñador. Con unas viejas castañuelas se fabricó unas alas y se lanzó al vacío. Pobre.


Finalista en el concurso Cuenta 140 de ElCultural.es

viernes, 10 de diciembre de 2010

remero



Allá en la Finca Amarilla cuidábamos de Remero todos. Era una obligación sobre la que los niños no nos planteábamos su necesidad o su justicia. Era como quitar las malas hierbas o recoger las algarrobas en septiembre, como poner cepos para las ratas o barrer las hojas muertas del platanero que se colaban en la cocina. Algo que había que hacer si no queríamos recibir algún grito o quedarnos sin permiso para bañarnos en la balsa en verano. Los días eran cortos y el tiempo pasa rápido cuando el hambre acecha y azota o si la mucha o poca agua arruinaba los polvorientos sembrados de la familia. Si algo recuerdo de los años en la Finca Amarilla es eso, el hambre, el sabor a polvo de cualquier cosa y el olor a almendras amargas del cobertizo de Remero. Nuestra familia había cuidado de él desde que el padre de mi abuelo había cercado la Finca, expulsado a los gatos monteses y criado a unas pobre cabras que llevaban el peso de sus huesos con dolorosa indolencia. Ya entonces vivía Remero en el cobertizo, cuatro paredes de una piedra más maciza que la Finca. Padre siempre contaba la misma historia en Nochebuena, que era el único día en el que se permitía vaciar las botellas de vidrio negro, llenas de un licor que sabía, además de a polvo, a fuego y a manzana. La historia de cuando el padre de mi abuelo encontró a Remero moribundo, cómo lo escondió, le curó las heridas, le alimentó y le dio cobijo, cómo Remero le recompensó haciendo florecer los sembrados sin agua, haciendo engordar las cabras, haciendo engordar también a sus corazones de alegría, cómo fueron aquellos los buenos tiempos de la Finca Amarilla. Remero era desde entonces la brújula de la familia, el Dios misterioso al que había que atender en todas sus urgencias para que los hijos del padre de mi abuelo tuvieran qué llevarse a la boca, y los hijos de sus hijos, y los hijos de los hijos de sus hijos, es decir, nosotros. Padre se quejaba cada año con más amargura. Los años malos se sucedían, apenas él recordaba la última bonanza, la última merced de Remero, aún menos sus hijos, para los que la vida siempre había sido hambre y polvo. Quizá aprendí de mi hermano mi odio por Remero, un odio irracional, visceral, como se odia a un enemigo del que nunca se ha visto la cara, del que uno no imagina más que una intención malévola en su existencia. Quizá lo aprendí de mi hermano, el mayor. Él escupía en la comida que había que llevarle diariamente, aunque tuviéramos que quitárnosla de nuestras bocas. A veces incluso orinaba en ella. Una noche, emborrachado por el fuego en el que al final del verano quemábamos los rastrojos, transporté las chispas hasta el cobertizo y marché corriendo, escapando de las llamas que prendían rápidamente, de los gritos de aquél ser informe y atemporal al que nunca había visto más que por porciones. Seguí borracho aquella noche, todos parecían borrachos, hasta el viento, hasta los árboles, hasta las estrellas parecían borrachas. También mi familia, que empaquetaba sus pocas pertenencias, gritando, llorando, riendo, mirándome extraño; porque quisieron marcharse sin mi, encerrándome en el sótano, con los ojos borrachos de miedo, hasta mi hermano el grande temblando como un potrillo recién nacido. Todavía borracho grité y grité en el sótano, rompí todo, corrí chocándome con las paredes, buscando un atisbo de luz, hasta que caí dormido, debí haber caído dormido, porque recuerdo despertar, recuerdo que me despertó Remero, u otro como él, otros como él. Mirándome, informes, atemporales, los únicos seres impolutos en aquél mundo de polvo. Volví a dormir, debí dormir porque recuerdo despertar de nuevo, salir del sótano, contemplar la nada amarilla, contemplar que no quedaba ni una piedra de la Finca Amarilla, ni un hueso de mis padres, ni de los padres de mi padre, ni de los padres de mi abuelo, ni de mi hermano el grande. Quedándome sólo, sin asideros, echando de menos al polvo y al hambre, con un profundo pozo de incertidumbre en mi, un pozo sin fondo. Pero sigo buscando, sin saber por qué, sigo buscando a Remero. Quizá para que me seque este pozo de incertidumbre, quizá para pedirle perdón.


 

sábado, 4 de diciembre de 2010

pasear

Siempre vengo hasta este astillero. Todas las tardes, sobre todo en invierno. Es en esta época cuando más me gusta pasear por aquí. Mi ánimo siempre ha sintonizado con el vaivén de las olas, con los barcos difuminados en la niebla, con la soledad, con la tremenda soledad que todo aquí desprende. Sin embargo, no me siento sola aquí, siento que me acompañan las barcas, las olas, la vieja y majestuosa grúa, siento que me acompañan en mi soledad, que no estoy sola, que tantas soledades están por fin acompañadas. No vengo a buscar nada, pero todas las tardes vengo aquí, sola, a mirar el mar y, acompañada, me vuelvo a casa.

Astillero. Fotografía de Ignacio Cagigas Dos Santos Cruz

domingo, 21 de noviembre de 2010

números

2 era el número de la suerte de ella, 5 el día del mes de octubre en el que se dieron el primer beso, 13 era el número de la suerte de él, 19 el día en que comenzaron a salir juntos, 27 el día del cumpleaños de ella y también el día en que se casaron. 32 la edad de él ese día, 34, la edad de ella. 5 eran los años que llevaban juntos cuando decidieron jugar a la lotería todas las semanas con la misma combinación. En la semana que hacía 20 a él se le olvidó sellar el boleto. En la semana que hacía 20 ella fue por su cuenta a sellar un boleto cambiando el 13, que no le gustaba, por el 15, el día del cumpleaños de él. Tardaron 2 días en saber que habían acertado todos los números y 15 minutos en comprobar que había más de 300 acertantes. Siguieron teniendo 30 años de hipoteca pero se fueron de crucero. 15 días.

domingo, 14 de noviembre de 2010

mi mala suerte

Desde que decidí convertirme en abogado parece que la suerte me es esquiva por completo. En la facultad de Derecho me enamoré de Nuria, la profesora de Constitucional II que, además de suspenderme, me dio calabazas. Hice mi pasantía en un bufete que pasó a la fama por jugar un papel muy turbio en un escándalo urbanístico. En mi peregrinaje laboral por gestorías y bufetes nunca triunfé y nunca uno de mis recursos fue estimado. Preparé oposiciones para fiscal, pero todas mis causas eran sobre personas inocentes. Me quedé calvo y sospecho que también sufría de halitosis. Harto de una vida tan nublada decidí acabar con todo desde el puente de la autopista pero, por supuesto, sólo logré romperme las piernas. Sin embargo, es agradable que la enfermera que me cuide seas tú. Puede que mi suerte haya cambiado al fin.

martes, 9 de noviembre de 2010

su norte

−No me creo que llames desde El Bonillo.

−Sí, papá, ¿desde dónde quieres que llame?
−Pero entonces… ¿ya has vuelto de la guerra?
−Nunca he estado en la guerra, papá, el que estuvo fuiste tú, no yo.
−Vaya, se lo tengo que decir a tu madre, estaba muy preocupada, la pobre.
Con su padre siempre es lo mismo, hace años que es así, Antonio ya está acostumbrado a su particular senilidad, al calidoscopio de recuerdos y olvidos que construye y derriba cada día en su cabeza. Su madre cuida de él y es la que mejor le ha enseñado a tomarse con sentido del humor su progresivo desdibujamiento. Siempre quiso ser enfermera y encontró en la enfermedad de su padre una piedra de toque que, paradójicamente, acabó por acercarla más a él. Su vocación fue superior a cualquiera de sus sueños, que los tenía, que compartió con Antonio y de los que su padre nunca llegó a percatarse. Dejar El Bonillo, volver a su Barcelona natal, abandonar a su padre. Hoy los ve felices. Los ojos de su madre rebosan energía y vitalidad y su padre nunca hubiera podido resistir vivir sin ella.
−¿Le has comprado algo a tu madre para su cumpleaños?
−Claro papá, nunca se me olvida. Hala, cuelga y nos vemos en un rato.
Durante la comida familiar su padre le dirige miradas cada vez más hurañas.
−Hay que ver lo que traga este electricista. A ver cuándo se pone ya usted a trabajar.
Los hijos de Antonio no tienen reparo en tomárselo a risa.
−Dí que sí abuelo, este hombre no da un palo al agua.
Pasó el rato, llegó la hora de irse, los hijos de Antonio plasmaban besos rápidos en las mejillas de sus abuelos. Antonio paseó su mirada por las viejas fotografías que superpoblaban el aparador. En una de ellas aparecía su padre en su época de actor. Se le vuelve a pasar por la cabeza lo paradójico de la situación, el hecho de que la enfermedad de su padre fuera lo que, finalmente, impidió que su madre lo abandonara, cómo algo a priori cargado de tristeza había aportado felicidad a ese hogar, cómo algo que separaba por naturaleza había llegado a unirlos de nuevo.
Antonio sale a la calle acompañado de sus hijos y de su madre. El más pequeño de ellos vuelve a recoger una chaqueta olvidada.
−Lo del electricista ha estado bien, abuelo –le dice al oído al padre de Antonio.
Él no dice nada, no le mira. Sólo se sonríe.

jueves, 4 de noviembre de 2010

halloween

Era la noche de difuntos. El cazador desplegó sus alas y sobrevoló la ciudad dormida hasta que divisó una ventana semiabierta. Su horrendo rostro esbozó una sonrisa mientras se escurría por el hueco y se incorporaba a un escenario siempre nuevo y siempre familiar: una habitación. Una cama. Alguien durmiendo. Un cuello al descubierto. Sangre. Comida. Se acercó sigilosamente y atacó.
El primer manotazo lo aturdió, el segundo prácticamente lo desintegró. Antonio se rascó el cuello con ansia y maldijo a los puñeteros mosquitos que no descansaban ni en verano ni en invierno. Se dio la vuelta y casi al instante se volvió a dormir.

Ganador del concurso de microrrelatos Radio Castellón Cadena Ser

jueves, 28 de octubre de 2010

campanilla

Mi exmujer me odia, y la verdad es que tiene motivos de sobra para hacerlo. Dice que mi único amor es el dinero y hoy por hoy no tengo ningún reparo en darle la razón y aún diría que se queda corta. Hace un año me arruiné jugando en bolsa y me vi obligado a iniciar un proceso judicial para revisar el convenio de separación. La única manera de salir a flote era reducir la cuantía de la pensión para nuestra hija pasando más tiempo con ella. La ratio horas-con-mi-hija/euros era altamente rentable a pesar de lo fastidioso de lidiar con una mocosa de seis años con tendencias bipolares y su piojoso osito. Gracias a Dios que mis acciones han vuelto a subir y ya no necesito el dinero. Ya puedo volver a facturar a niña y osito a su madre. Bueno, en cuanto acabemos de preparar su papel de campanilla para la función escolar.

miércoles, 20 de octubre de 2010

grau y yo

Quién me ha visto y quién me ve. De calcetines con agujeros a trajes de marca. Ningún indicio del granuja que estaba hecho. Todo empezó cuando Grau entró en mi tienducha una tarde de lluvia. Buscaba un mastín y le acabé vendiendo una tortuga. Él era un abogado recién licenciado y una persona especial. De alguna silenciosa manera transmitía confianza y sus clientes se sentían muy cómodos con él. Su capacidad para escuchar era tan superlativa que en cualquier tipo de reunión se acababa erigiendo como interlocutor principal, a pesar de que apenas abriera la boca. Había hasta desarrollado la facultad de desdoblar su atención a varias conversaciones simultáneas o a seguirlas mientras ocupaba su cabeza con otros pensamientos. Pero, para mi fortuna, su capacidad no era bidireccional y su habilidad para exponer sus alegatos ante un tribunal era absolutamente nula. Necesitaba un charlatán. Y formamos un buen equipo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

de la guarda

Como los ángeles al caer el sol, que duermen como benditos. Nosotros no, los ángeles de la guarda hemos de estar eso, de guardia ininterrumpidamente. Así estamos como estamos, hablando solos y fumando sin parar. Pero cambiar de puesto cuesta una eternidad. Para colmo siempre toca proteger a los más capullos. Dan más ganas de reventarles las ruedas o dejar que La Galletita se les atragante y que mueran entre estertores horribles. En cambio Nerea es un regalo del cielo, un ángel sobre la tierra a la que me muero por abrazar y sentir. No tengas miedo a ese camión. Seguro que vienes al cielo.

viernes, 8 de octubre de 2010

El Sr. Coolie

Al Sr. Coolie le entusiasmaba el cine. Sencillamente, se dio pronto cuenta de que percibía todo lo que acontecía fuera del cine como unos ensayos generales de lo que luego vivía dentro. Él recopilaba la información y en la sala se orquestaba con total precisión lo almacenado en toda su plenitud. Allí era el hombre, el soldado y el poeta que en su vida real no podía completar.
En su 54 cumpleaños sufrió la mayor decepción de su vida. En la puerta del cine, un nefasto y somero cartel anunciaba su cierre. Aturdido, entró en el primer café que vio, pidió un tazón de leche y se sentó.
-Pero, ¿por qué habrán cerrado el cine?
No fue él quien habló. A su lado, ante un tazón de leche casi vacío, una señora de mediana edad con unos ojos llorosos, grandes y azules, abría y cerraba la boca.
El Sr. Coolie miró al frente y fue en ese momento espectador de excepción del más perfecto y hermoso travelling del que había sido testigo nunca. Con una sonrisa triste pero pícara, el hombre, el soldado y el poeta dijo:
-¿Estás hablando conmigo?


Publicado en el libro El beso. Ed. Cardeñoso

jueves, 30 de septiembre de 2010

imperfectos conocidos

Quedamos para cenar pero no apareciste. Lo intentamos otra vez al día siguiente sin éxito. Por un motivo u otro pasaban los días, las semanas y los meses y nunca coincidíamos. Cenábamos cada uno por su lado. Extraños.
Es por eso por lo que te pido el divorcio. Prefiero cenar solo a cenar contigo en soledad.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

septiembre

Había llegado septiembre y me propuse que todo iba a cambiar, se acabaron los días vacíos, la tensión cotidiana, el stress por la consecución de objetivos, el haber llegado a que, en mi vida, el tiempo no fuera más que una línea sólo interrumpida por la noche y el sueño, sin derecho para dedicarlo a las personas que aún quiero y que aún me quieren. A partir de ahora voy a ser una persona nueva, diferente. En mi vida lo más importante ya no va a ser el éxito, lo más importante va a ser Mi Vida. Con mayúsculas. Se acabaron por completo las actividades extraescolares, el inglés, la informática, el fútbol, el tenis y el piano. Quiero volver a ser un niño normal. Y lo voy a conseguir.

Ganador del concurso de microrrelatos Radio Castellón Cadena Ser

lunes, 13 de septiembre de 2010

cuerpos lunares

Papá solía morirse dos veces al día y otras tantas resucitaba. Era bipolar al extremo. O lunar, como él decía. Bien concentrado: luna llena, cuarto creciente, cuarto menguante y luna nueva, por partida doble cada día. Lo peor eran los eclipses, por inesperados e intensos. Eclipse parcial o eclipse total. Él siempre decía que prefería parecerse a la luna que a una farola, siempre aburrida, siempre la misma luz, obstinadamente. Pero yo sólo quería tener un padre-farola normal. Sin embargo, hace un año conocí a Nerea y los vecinos han terminado por mudarse. Demasiadas fases lunares y muertes diarias entre los dos.

jueves, 26 de agosto de 2010

Grau

Ninguno de nosotros soportábamos a Grau. Era una especie de inquina tácita y compartida. Siempre quería ser el mejor en todo y lo peor es que siempre era el mejor en todo. “Mi nombre es Alfonso Grau”, se presentaba, y parecía querer añadir “abogado de gran prestigio, ¿quieres que te muestre mi mochila de conocimientos?”. Bien podía explicarte el porqué de la burbuja inmobiliaria como hablarte, sin despeinarse, del Decreto de Nueva Planta, pontificar sobre el resultado de las últimas encuestas sobre intención de voto y darte al mismo tiempo instrucciones para jugar (bien) al guiñote. Completamente insufrible. Sólo cuando llegaba la hora de visitas y, día tras día, ninguno de sus hijos y nietos acudían a visitarle, parecía volverse un poco más humano en su burbuja triste de sabiduría.


Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

lunes, 19 de julio de 2010

El licenciado Hervás

Ramiro Hervás era muy popular en Madocón. Era el abogado particular del hombre más poderoso de la ciudad y sus alegatos en la sala de los numerosos juicios a los que se tenía que enfrentar eran jalonados como a un torero en la arena, propagándose de boca en boca por los mentideros jurídicos, por los bares y por las peluquerías. Y es que el licenciado Hervás era un romántico. Con sus informes, las leyes se convertían en bellas maquetas de realismo mágico y los jurados, emocionados, eran incapaces de aplicar condena alguna. Pero en el pecado estaba su penitencia ya que su romanticismo se alimentaba de la pena que le afligía por su amor por Rosarito, la hija de su cliente y a la que éste prohibió casarse con él, convencido acertadamente que la mejor garantía para una vida sin problemas con la justicia era un corazón de abogado destrozado.

martes, 13 de julio de 2010

herencia vocacional

Yo iba para soldado. Desde que tenía uso de razón había sido mi sueño. Todo lo que rodeaba la vida castrense me fascinaba y todo lo escrito me daba alergia. Pero el sueño de mi padre era otro: A Dios puso por testigo de que su hijo sería abogado. Y al final lo consiguió. Ahora, muchos años después, comprendo a mi padre y estoy contento y agradecido por mi trabajo en los tribunales y por la seguridad que me proporciona. Me gustaría que mi hijito siguiera mis pasos y que, como yo, no tenga que sufrir en la vida. Hoy ha colocado su primer póster en su habitación: Chuck Norris a tamaño natural. Toda una declaración de intenciones.

Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

jueves, 17 de junio de 2010

esquizofrenia por compasión

Pedro, el oculista, ha salido corriendo blandiendo una enorme cimitarra, David, el cirujano, se paseaba con los ojos inyectados en sangre mientras mantenía en su mano algo parecido a un pulmón seccionado, del interior de la sala de rayos surgían gritos desgarradores y gruñidos no demasiado humanos. Desde su silla de recepción de planta, Antonio suspiró. Quizá esta vez había llegado demasiado lejos. Tomó ración triple de su medicación y se la tragó con un poco de agua, no sin antes mirar con emoción cómo Mar, la enfermera interina, le dedicaba una mirada cálida y le decía con los labios: “te amo.”

jueves, 27 de mayo de 2010

se hace tarde

La cena se enfriaba en la mesa. Todos los días la misma cantinela. Siempre se hacía de rogar a estas horas, siempre se entretenía con otras cosas a pesar de que sabe que detesto cenar tarde. Suspiro y muevo la silla de la cocina, carraspeo, abro y cierro el grifo, pero ella sigue sin aparecer. Yo lo dejaré todo lleno de pelos pero, de verdad, ella es un desastre con las cenas. Puede que siga enfadada por lo de aquella chica. Precisamente a los pocos días de nuestra boda. Nada, que no, que no la espero. Otra noche cenando solo. Y ya van tres años.

sábado, 15 de mayo de 2010

mayo

Las cosas vienen como vienen. A Antonio le apasiona el diseño industrial. Aurora está perdiendo vista pero es tan coqueta a sus 70 años que no quiere llevar gafas. Miguel no ha visto la señal de stop, ocupado como está en sintonizar la emisora que más le gusta. A Ana le encanta el mes de mayo. Pablo llega tarde a su asistencia mensual a la terapia de alcohólicos anónimos. María practica una coreografía junto a su amiga Marta.

Marta avisó tarde a María, Pablo sólo pudo dar un volantazo y no pudo esquivar a Ana, Miguel no fue capaz de recordar nada, Aurora y Antonio no supieron explicar lo que había pasado en la personación de testigos.

Por una vez en su vida, Pablo será valiente y no se dará a la fuga. Ayudará a Ana, que sobrevivirá. Y yo estaré orgulloso de representarle en el juicio.



Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

viernes, 7 de mayo de 2010

fotografía

La mujer de la foto sonreía. Más parecía una pintura que una fotografía. Mirada perdida. Sonrisa enigmática. Árboles al fondo. Un atardecer adornado con pájaros, finas curvas negras, como pestañas sobre la mesa y, si uno prestaba atención, a los pies de la mujer un niño desentonando en el cuadro. La mujer es mi madre, una gran señora a la que todos respetaban y que inculcó en nosotros los sagrados valores de la responsabilidad, rectitud y mesura. El niño soy yo. Ceñudo, huraño y taciturno. Por eso no me gusta esa foto. No la entiendo. Yo adoraba a mi madre.

martes, 20 de abril de 2010

radio

"Y la noticia del día es : ¡Un crucero por las islas griegas por tan solo 589 € por persona! Disfrute de la comodidad y el lujo de nuestra extensa y selecta flota de barcos. Tómese un respiro y diga... ¡pelillos a la mar!"
Tras una pausa dramática Azucena cerró el micrófono. No pensaba repetirlo ni una sola vez más. Cuando llegó a aquella emisora local soñaba con triunfar como locutora, con disfrutar con cada programa de radio y con que su bonita voz alegrara las mañanas de miles, millones de oyentes. Y a lo máximo que llegó era a que esa bonita voz diera vida a anuncios absurdos. Quizá había llegado el momento de renunciar a su estúpido sueño.
Mientras, en la puerta de la emisora, Pedro se debatía nervioso entre llamar y preguntar por la dueña de la voz que le había enamorado o volver a casa y renunciar a su estúpido sueño.

abril

Mi oficio es raro: leo microrrelatos sobre abogados. Mejor no preguntar. Lo que empezó como una bonita iniciativa para acercar la abogacía a la sociedad se convirtió, de la noche a la mañana, en una avalancha de microescritores pugnando por un pellizco de vanidad satisfecha. El cirio que se montó fue importante, pusimos turnos en la oficina pero terminamos por rendirnos a la evidencia. Alguien tenía que dedicarse íntegramente a filtrar las miles de tentativas que llegaban diariamente y, por carambolas de destino, el elegido fui yo. Maldita la hora. Lo poco gusta y lo mucho aborrece. Este negocio ha terminado con mi amor por las buenas lecturas y por las malas leyes a las que buscar resquicios. Es más, odio a los abogados y a los microrrelatistas. Los detesto. Ya soy como cualquier hijo de vecino. Sólo deseo que me toque un boleto ganador. Retirarme. Y ver la tele.

Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

viernes, 2 de abril de 2010

mago


Imbéciles! Mentecatos! Necios… Su miraba destilaba odio pero su público, lejos de mostrarse impresionado, continuaba burlándose de él, envalentonados por los vapores de la Coca-Cola. Su misión era clara, permanecer anónimo a lo largo de los siglos, a la espera del retorno del señor del mal, disforme desde su última derrota, pero que prometió volver para destruir a la humanidad. Y ahora esa humanidad se le reía en las barbas. Pensó que trabajar como mago infantil sería una buena distracción para su magia y su ánimo pero aquellos monstruitos cabezones eran cada vez más maleducados. Ahora aprenderían. Abracadabra!

miércoles, 10 de marzo de 2010

genio

Hoy he vuelto a escuchar tu historia, la contaban unos estudiantes en la cantina. Les encanta. Ya casi me la sé de memoria. Hace más de 20 años asesinaron a un chico, un prometedor estudiante de matemáticas, casi un genio. Lo mataron aquí mismo, cuando estaban construyendo la Universidad, lo enterraron entre los cimientos y nadie lo descubrió. Ahora se aparece de vez en cuando para hacer lo que más le gustaba, resolver problemas, ayudando a estudiantes, que luego no recuerdan nada, a obtener Matrículas en los exámenes de matemáticas. Dicen que es un alma buena y caritativa, pero yo sé que no es verdad, que sólo lo haces para vengarte de mi por lo que te hice hace más de 20 años, celoso de tu futuro. Para obligarme, cada vez que corrijo un examen que tiene tu sello, a reconocer que nunca tendré tu nivel, que siempre serás un genio.

viernes, 5 de marzo de 2010

mirar

Estaban a punto de llegar las fiestas. Había algo especial en el ambiente. A través del cristal de la ventana del segundo piso de la Unidad de Crónicos vislumbré su silueta contemplando la calle, como siempre. Cuando llegaba al Hospital por la mañana, inconscientemente, levantaba la mirada, como para comprobar que todavía seguía allí. Todos los días le daba el desayuno, la comida y la merienda, la aseaba, la peinaba y la cuidaba. Y ella, que iba ya dejando atrás su juventud, sólo miraba a través del cristal, como si la vida le fuera en ello. Cuántas veces soñé con encontrar las palabras mágicas, la piedra filosofal que le devolviera la vida, que la liberara de su cárcel. Pero de hoy no pasa, me voy con ella a dar una vuelta.

miércoles, 3 de marzo de 2010

músico

Mi hijo será abogado, pero abogado, abogado. No un simple licenciado en derecho, carne de oposición, un ente alopécico que ofrezca los mejores años de su vida como ofrenda al Dios Administración Pública, no, no. Mi hijo será un abogado de verdad, un defensor de causas imposibles, un artesano de argumentos, el mago de los sobreseimientos. Será rico, famoso, respetado y admirado. No como su madre. No descansaré hasta que tenga la fotografía del día de su graduación sobre mi mesita de noche. Y ningún psicólogo infantil de tres al cuarto como usted me va a convencer de que mi hijo tiene una sensibilidad especial para tocar el violín. Valiente pérdida de tiempo.

Seleccionado II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

viernes, 26 de febrero de 2010

nagasaki

Hacía tres largos e interminables días que caminábamos, nuestros pies, repletos ya de ampollas y heridas, casi en carne viva, apenas nos molestaban ya. Misterios del cuerpo. Tú tampoco protestabas ya, tu incredulidad había dejado paso a algo parecido a la sumisión, simplemente caminabas con la mirada extraviada. Ya no era necesario amenazarte como tuve que hacer cuando, cuchillo en mano, te obligué a seguirme, a salir de la ciudad y a caminar y caminar, sin rumbo pero sin pausa. Algo cambió en el aire, un dulce aroma a cerezo en flor, un claro en el bosque, en lo alto de una loma. Ya habíamos llegado. Por fin. Me detuve y miré atrás por primera vez en 72 horas. Y ocurrió, algo muy lejos hizo explosión, todo comenzó a perder su color inundado por un formidable resplandor, por una blancura bella, tan bella. Y por un silencio atronador. "¿Por qué me haces esto, Takeshi?". No lo sé, Akane. Pero, ¿no entiendes que no puedo dejar que mueras?

miércoles, 10 de febrero de 2010

jugar

Nunca pensé que acabaría dedicándome a esto, menos aún que terminaría por gustarme. Estudié Derecho casi por inercia, por tradición familiar, supongo, absorbiendo como una esponja palabras y palabras que, en su momento, nada significaban para mí. Un perfecto expediente académico, un brillante conjunto vacío que no acallaba a mi corazón infantil, ansioso por jugar. Con los años ocurrió lo que no esperaba, comencé a amar mi profesión, el universo de la ley y, con el devenir del tiempo, mi corazón creció conmigo. Por eso hoy dejo el bufete, queridos compañeros y no, no he perdido el juicio. Sólo quiero viajar, contemplar el mar por una ventanilla, cocinar y, sobre todo, jugar.

jueves, 28 de enero de 2010

El paraíso

Aquí vinimos a descansar, mi mujer y yo estábamos cansados de la vida que llevábamos, trabajar 14 horas diarias y no vernos más que para cenar; no tiene sentido, lo que queremos es esto. Sin obsesiones por planes futuros, por proyectos vacuos. Sin corazones acelerados ni pupilas que se dilatan. Esto es lo mejor para nosotros. Ahora estás enfadada, dices que he perdido la cabeza, que hacer naufragar nuestro yate en este islote perdido es una locura. Pero es lo que necesitaba. Y tú también. Y tarde o temprano lo entenderás. Además, no he olvidado nuestros discos favoritos, los de Bob Dylan.

jueves, 14 de enero de 2010

mi abuelo

Tenga usted un buen día, señor, ¿no tendría una moneda? No se asuste, sólo necesito un pequeño apoyo, se lo juro. Déjeme contarle, mi abuelo era un poco mago, disfrutaba sorprendiéndonos con sus trucos. Su secreto, decía, era un cubo mágico que robó en su viaje a Europa con la Gran Guerra. Un simple dado de plástico. Mi abuelo murió, los años pasaron y mi vida naufragó, drogas y malas compañías ¿sabe usted? Si mi destino tuviera un portador, sin duda llevaría traje de cartero. Como el que me notificó el señalamiento para mi juicio más grave y, tiempo después, ayer mismo, me notificó la sentencia. En el sobre, junto a la absolución encontré el cubo de mi abuelo. La esperanza tiene muchas caras y ¿sabe usted? La mía tiene 6… Gracias por la moneda señor, muchas gracias. Que Dios le bendiga.