viernes, 27 de febrero de 2009

la americana


La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él. La americana verde. Ésa se la dejo a José Luis, el chico de Antonia. A mi sobrina Isabel me gustaría dejarle la bombilla del cuarto de baño y el reloj de péndulo, que aunque no funcione tiene su valor, porque cuando estuve en Barcelona con ella cuidó de mí pero me hacía pagar todas las medicinas. A Andrea, mi criada, la que estuvo siempre conmigo a pesar de que sus achaques eran mayores que los míos le dejo la casa y lo poco que contiene, para que disponga de ella como le venga en gana. Y ya está.

martes, 17 de febrero de 2009

cárcel

Él, lleno de rabia y de rencor sólo pensaba en el final, en el día en el que, volviendo la cabeza, pudiera contemplar desde lejos la cárcel que le había privado de mirar el mar, de sentir la arena bajo sus pies y de bailar y correr. De viajar, de visitar el país de sus abuelos y comprarse una casa allí, de encontrar una esposa, tener hijos y de vivir. Pero ya había llegado a su destino. Ser el alcaide de una prisión de alta seguridad sólo le daba permiso para soñar en el breve lapso de tiempo que pasaba en su coche todas las mañanas desde su casa hasta su trabajo.

lunes, 16 de febrero de 2009

errantes


Llevabas muerta cinco días cuando me encontraste, lo mío era diferente, ya habían pasado 300 años desde que fallecí. Había conocido a muchas como ella, tan confundidas y asustadas ante su propia muerte y su nuevo estado errante. Aunque sobre todo estabas llena de compasión, compasión por tus seres queridos ante la tristeza de haberte perdido tan prematuramente. Tenía muchas respuestas a tus preguntas, pero otras sólo las podía intuir. Por ejemplo, ahora ya te has ido y sigo sin saber en base a qué justicia unos teneis permiso para iros y otros continuamos aquí, errantes. Quizá tenga algo que ver con la compasión.

empezar


“Verdaderamente, una delicia para los sentidos, uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo.” La solapa del que hojeó en la librería era abundante en referencias como ésa, así que finalmente se decidió por él, también porque le pareció el tipo de libro que le podía ayudar, “se plantea cuestiones atemporales como la muerte o la soledad.”
Sin embargo, una vez en casa, apenas pudo pasar de las diez primeras páginas. Desde que ella murió todas las palabras le parecían viejas y gastadas, tan vacías de contenido.Sólo pudo suspirar y guardar el libro junto a tantos otros que empezó y permanecían inacabados, esperando que para él volviera a ser bonito leer. 


Publicado en "Miscelanea Literaria" nº 19, Ediciones Cardeñoso