martes, 21 de diciembre de 2010

mi abuelo

Mi abuelo estaba enfermo de historias. Muy enfermo. No le dejaban descansar, le desvelaban por las noches y le despertaban cada mañana. Le nublaban la vista y el juicio. Para él eran peores que estar endemoniado, peor que una droga. Sólo escribiéndolas sentía alivio, a modo de sangría. Las historias le volvían, pero, cada vez más pronto, llamando a su puerta, exigiendo ver satisfechas sus urgencias, encastradas en sus venas, enredadas con sus nervios, con su corazón. Él decía que tenía dos corazones, el de sentir y el de contar. Se me murió el año pasado y siempre que puedo voy a visitar su tumba. Le leo cuentos para calmar su enfermedad, me da pena imaginármelo sin poder aliviarse de su mal. Son cuentos que escribo yo. En la oficina, en la peluquería. Ahora entiendo su forma de mirarme. Afectuosa, casi acariciando, pero con tristeza. Él ya sabía que yo también iba a enfermar de historias.

2 comentarios:

  1. Pues esa es un maravillosa "enfermedad".
    Un abrazo grande para ti amigo y feliz año nuevo.
    mar

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  2. Aunque todas las enfermedades necesitan tratamiento...
    Feliz año nuevo para ti también, Mar, y que tú y tu maravilloso blog sigáis tan bien como hasta ahora. Un abrazo grande.

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