miércoles, 23 de febrero de 2011

Hace tiempo encontré...


La editorial SM, con motivo de la celebración de la 33ª edición de los Premios de Literatura Infantil y Juvenil El Barco de Vapor y Gran Angular, pone en marcha la segunda edición del Concurso de Microrrelatos SMs.

En 160 caracteres como máximo y con la frase de inicio "Hace tiempo encontré..."

Espejos
Hace tiempo encontré… una especie de espejo que me reflejaba bonito. Yo me miraba feo y el espejo me devolvía bonito. No te hablo de amor, pero no quiero dejar de presumir en tus ojos.

Mi gato
Hace tiempo encontré… un gato andrajoso que ni maullar sabía. Lo adopté y le enseñé a hacer reverencias en francés. Ayer se fugó con un viejo analfabeto de manos grandes y suaves.

Niñato
Hace tiempo encontré… un niño de pelo negro que me miraba, como retándome. Sin hablar ni pestañear. Riendo, entregué mi fusil y me fui con él a jugar.

Maleducada
Hace tiempo encontré… mi alma tirada por el suelo, borracha, insultándome a voz en grito. Imposible razonar con ella. Tomé un caramelo contra el mal aliento y la dejé allí. Tirada.

Aventureras
Hace tiempo encontré… a mis gafas de sol mirando nostálgicas al horizonte. Al final comprendí su desconsuelo. Esta noche me las pondré para que, por fin, puedan ver la luna.

jueves, 17 de febrero de 2011

Idilio


-Perdona, ¿qué dijiste?
-Dame más vueltas morenita.
-¿Cómo?
-Nada...
-¿Qué estás leyendo?
-Nada.
-Va, ¿qué lees?
-Cosas.
-Ya.
Giró la cabeza, agachó el cuerpo, tratando de leer la portada del libro.
-An-to-lo-gía... ¿Antología?
Ella dejó caer el libro, abierto como lo tenía, sobre sus rodillas, ocultando la portada. Estaba sentada en el suelo, apoyada contra el armario. Su cabeza se reflejaba en el espejo por detrás, su cabello, su nuca, sus orejas.
Él giró sobre sí mismo, hizo rodar su silla de ruedas, volvió a apoyarse sobre su escritorio. Trató de concentrarse. O de parecer concentrado, leía una y otra vez “en el seno de una familia de posición económica desahogada, el 5 de junio de 1898.” sin entender.
-Ten cuidado con mis hojitas.
-¿Qué?
-Nada.
-Buf.
La miró, ella sonreía ahora.
-Deberías estudiar algo –dijo él.
-Estoy estudiando.
Siguió leyendo, sentada en el suelo. Su cabeza se reflejaba en el espejo del armario. Su cabello, su nuca, sus orejas.
Él respiró profundamente, como si llevara con paciencia una enorme carga. Movió el ratón de su ordenador, buscó la carpeta de música.
-¿Quieres que ponga música?
-Dame más vueltas alrededor.
-Me estás tomando el pelo.
Volvió a mirarla, temiendo realmente que se estuviera mofando de él. Ella volvió a sonreírle, sin levantar la cabeza, sólo los ojos.
Él notó algo, hizo rodar su silla hacia la puerta. Ella le siguió con la mirada.
-¿Dónde vas?
-Al baño.
Salió. Ella echó su cabeza hacia atrás. Pegándose a su reflejo. Cabello con cabello, nuca con nuca, orejas con orejas. Miró al techo. Qué bonito era. Cerró los ojos y murmuró:
-Jugando a la noria del amor. ¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera, el secreto de la primavera.

lunes, 14 de febrero de 2011

literatura hiperbreve

EL CULTURAL, propone semanalmente un concurso de literatura hiperbreve: contar una historia en 140 carácteres en relación a un tema propuesto. Aquí dejo algunas de mis propuestas (ninguna seleccionada).

San Valentín

Aquella viuda acudía a todos los velatorios. Entre las ropas de los difuntos escondía una margarita. Regalos para su amado en el cielo.

-Y a mí, ¿quién me querrá? -pensó, inquieto, sin soltar su arco y sus flechas.

No veas lo que lloró aquella solterona cuando se le murió su plantita. ¿Qué se puede esperar de alguien que llama "Valentino" a su geranio?

Armado con mi ramo de rosas reparto amor a 1 euro todas las noches. Soy Ahmed. El San Valentín de tu discoteca.

 
Peluquerías
María lloraba desconsolada.
-Mira que te lo dije pero tú, ni caso. Si es que, ¿cómo no te iban crucificar con los pelos que me llevabas?

Hijo y nieto de peluquero, Pelonio Barbero Sevilla retó a su destino y montó una inmobiliaria. Sus antepasados aún ríen en sus tumbas.

Admitió que su talento natural no era el que él hubiera deseado. A cambio, en su revistero sólo podías encontrar obras de Dostoievski.

Cuando salió ya no sufría por su amor. Dejó sus recuerdos cadáver, descuartizados sobre el suelo de la peluquería.

Tu olor me hace llorar a gritos. Pero mis cabellos de cisne y mi corazón de fieltro necesitan sanearse un par de veces al año.


Estufa
Se acunaba fantaseando con una enorme estufa en la que ardían todos los papeles de su gris oficina. Y todos sus compañeros. Menos Raquel.

En casa sólo teníamos una estufa. Una de esas antiguas, de metal. Pero muy esmirriada. Con razón Papá Noel nunca pasó a dejarnos regalos.


El humo
Entendía su talento como una maldición física. Necesitaba hacer sonar su chimenea si no quería que sus calderas explotaran de historias.



Rebajas
Cuando mamá dijo que íbamos al centro comercial, mi hermanita se alegró. Mientras pedíamos en la puerta, ella jugaba a las tiendecitas.

El crítico gastronómico más feroz y temido de la capital, cuando iba al pueblo siempre decía: -Qué bueno está, mamá.


Carbón
Cada Reyes le dejaba dos pedazos de carbón sobre su tumba. Cada 1 de noviembre recibía un ramo de rosas negras. Como siempre, sin tarjeta.

Era un maniático del orden. Tras la nicotina, alquitrán. Por último, monóxido de carbono. El caos sólo salía de su vida en forma de humo.

Mi futuro es tan negro como, ay, el color de tus ojos.

  
Los santos inocentes 

Encontraron un monigote de papel sucio entre la basura. Fue el mejor de los juguetes para los niños del vertedero.

La Lotería
-¿Qué hace un número como tú en un sorteo como éste? -dijo la niña despectiva.


martes, 8 de febrero de 2011

bullying

-No te preocupes mi niño. Tienes que hacer como si no los oyeras.
-…
-A ver, ¿qué te dijeron ayer?
-Se ríen de mí. Dicen que soy un monaguillo que huele a sardinas.
-¿A sardinas? Valiente tontería. Hazme caso, si no les sigues la corriente te dejarán en paz.
-Pero eso es casi peor. Es que no tengo ni un amigo.
-Los amigos vendrán. Si eres paciente todo se arreglará.
-¿De verdad?
-Claro que sí. Venga, date prisa que hoy tenemos interrogatorio a las 9.

El Sr. Honorio, juez de primera instancia, suspiró. La luz de cocina de su piso de soltero parpadeaba. Se levantó y guardó la lata de sardinas de su desayuno en la nevera. Tomó su paraguas y salió, rumbo a los tribunales. Como en los últimos 15 años. En la pechera de su camisa, junto a unas manchas de aceite, descansaba, rebelde, alguna miga de pan.