martes, 15 de diciembre de 2009

empezar

Con su cuerpecito temblando de rabia, Antonio desafiaba a su maestro que, poco amante de querellas, hizo lo posible por calmarle los ánimos. Cada vez le ocurría más a menudo. Le venía a la mente un recuerdo como aquél. Sin venir a cuento. Eran las cinco de la mañana y en la estación hacía mucho frío. Claro que era más bien un apeadero y estar sentado en uno de sus bancos era como estarlo al aire libre. Mañana cumpliría 26 años. Le esperaba su familia y una gran celebración. Tras 6 años en la ciudad, por fin había terminado la carrera. Por fin podía entrar en nómina en el despacho de su padre. Sintió que un escalofrío recorría su cuerpo, como siempre que se ponía a pensar en el futuro. Contempló el arbitraje de agujas y el entramado de vías en el que se bifurcaban poco más adelante. Respiró hondo.