domingo, 25 de octubre de 2009

el barco

El hombre luce una inquietante sonrisa. Asomado a la borda del crucero se fuma un cigarrillo. Todos los días a la misma hora. Y no hace nada más. Ni baja a las fiestas de gala, ni se baña en la piscina, ni toma el sol, ni participa en las excursiones..., nada. Sólo sale de su camarote para contemplar el mar mientras atardece. No creo que nadie haya reparado en él. Es como si se moviera en un tempo diferente y eso lo hiciera invisible. Pero hoy era diferente, hacía tiempo que había acabado su cigarrillo, tiempo que había dejado de sonreír, que miraba intensamente al horizonte y que sus nudillos se blanqueaban por lo fuerte que se sujetaba. Por un momento tuve la seguridad que quería saltar. Algo pasó y lo perdí de vista. Algo pasó, porque aquella noche sí bajó a cenar. Y su sonrisa ya no era inquietante.

martes, 20 de octubre de 2009

valle

Cielos, cómo brilla hoy el valle. Qué amanecer tan hermoso, todo parece recién nacido y feliz de bañarse en la luz del sol naciente. Todo recuerda a la feliz nostalgia de la infancia perdida, a la esperanza en el futuro, a la confianza y la templanza. Todo parece herirle mientras, asomado a la ventana de su habitación, contempla inmóvil. Tanta vida, tanta luz, parecen querer burlarse. Ella también, inmóvil pero al otro lado del valle, contempla el amanecer. Después, cuando el sol ya empieza a calentar, y tan silenciosamente como siempre, vuelve a la cama junto a su esposo.