martes, 12 de abril de 2011

sara

Sara no había vivido demasiado. Eso pensaba ella. Aunque quizá eso fuera discutible. No era del todo consciente pero seguía sufriendo de una curiosidad irrompible por la naturaleza humana. Desde que era pequeña se dio cuenta que no era como la mayoría de la gente. Al menos en un sentido. Era incapaz de pasear por la calle y cruzarse con alguien y no mirarlo, no buscarle los ojos, no elucubrar una vida, una historia, no enamorarse o esperanzarse con que se enamoraran de ella. No entendía cómo lo hacía la gente, en general, cómo paseaba por la vida, por la calle, por las plazas, por el paseo, sin que el resto del mundo llamaran su atención, sólo mirando al suelo, o mirando al frente, como con un objetivo ya marcado antes de salir de casa. Sara lo pasaba mal en las aglomeraciones de gente, sobre todo por la saturación de información, por la información que era incapaz de asimilar. Saltaba de unos ojos a otros, de una cara a otra, de una vida a otra, de un amor a otro, de una esperanza a otra, de un recuerdo a otro, de una música a otra y, con frecuencia, ni siquiera oía lo que le decían los que la acompañaban, tan abstraída estaba en la vida que le rodeaba. Un día Sara fue más rápida que su igual, un hombre en el que reconoció su misma naturaleza, curiosa, humanista casi. Le sorprendió con el mismo baile de miradas, pero desde lejos, antes de ser descubierta. No intentó atraer su atención. No se cruzaron sus miradas. Le observó durante unos minutos, su caminar, sus gestos y, finalmente, lo perdió. Pero Sara se sintió, ese día, acompañada. Y, a sus 80 años, era un sentimiento nuevo y dulce.

5 comentarios:

  1. Hermoso relato, Carlos. Creo que todos los artistas, quienes vivimos conectados inexcusablemente con el mundo y con las personas que lo habitan (sean quienes sean) hemos sentido alguna vez (o muchas) lo que narras en este texto.
    Abrazos con mi agradecimiento,
    PABLO GONZ

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  2. Muy bonito, sí. Yo también soy un poco Sara, y además creo que hay muchas Saras

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  3. Pues mira, te iba a comentar algo parecido a lo de Pablo. Sara seguramente era escritora.

    Un abrazo.

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  4. Precioso relato Carlos, espejo de lo que siente cada escritor, en algún momento , luego, lo dejan estar con un interrogante. Pararse a mira los pequeños detalles, imaginar vidas a otros, en fin, que no soy Sara pero la entiendo.

    Un abrazo.

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  5. -Pablo: es muy interesante lo que comentas y sí, creo que si juntamos un poquito de curioridad con una pizca de sensibilidad nos sale un completo artista.

    -Gracias, Fernando, probablemente fue contigo con quién se cruzó Sara aquél día...

    -Maribel, je, je, es posible, creo que es lo que le encantaría llegar a ser...

    -Gracias Ángeles, me alegra que te haya gustado y sí, por eso es útil una pequeña libretita siempre a mano, porque a veces la información es demasiada...

    Otro abrazo agradecido.

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