Todos apretujados en aquel enorme congelador. De todos los sabores, de todos los colores. Abrió su mano y miró las monedas que le contemplaban desde su palma. Su boca se torció al hacer la cuenta, sintiendo sobre su coronilla la mirada impaciente del tendero.
-Bueno, ¿qué?
-No me llega.
-Pues aligera, que hay trabajo.
Protegiendo sus monedas y haciendo un mohín volvió a la trastienda a ordenar el género, a cargar cajas y a barrer el suelo. Mientras, su padre seguía atendiendo el negocio.
Se queda uno flipado. ¡Hay que ser miserable! Gran micro.
ResponderEliminarBlogsaludos
¡Que crueldad!. Me uno a la alabanza de Adivín.
ResponderEliminarMe gusta, se separa de loque hemos hecho la mayoría
ResponderEliminarA más de uno y una nos ha pasado eso, para saborearlos hemos tenidc que ganarlos.
ResponderEliminarBesicos muchos.
-Adivín: Eran otros tiempos. A cambio, seguro que los que pudiera pagar le sabrían a gloria..
ResponderEliminar-Cybrghost: Encantado de que te guste y de verte por aquí.
-Fernando: Aún así no hubo suerte! Bueno, seguiremos amontonando monedas hasta que nos llegue...
-La Casa: Precisamente. Yo me crié en un bar y creo que sólo probaba el sabor de la fanta una vez al año. Pero qué rebuena estaba!
Un abrazote muy agradecido
Entonces..salud con fanta por el post y tu amistad.
ResponderEliminarBesos
mar
Que sea con un poco de ron para celebrar la ocasión. ; )
ResponderEliminarUn besote grande
También me crié en un bar y en la cocina, así que imagina!!
ResponderEliminarMás besicos.