domingo, 25 de octubre de 2009

el barco

El hombre luce una inquietante sonrisa. Asomado a la borda del crucero se fuma un cigarrillo. Todos los días a la misma hora. Y no hace nada más. Ni baja a las fiestas de gala, ni se baña en la piscina, ni toma el sol, ni participa en las excursiones..., nada. Sólo sale de su camarote para contemplar el mar mientras atardece. No creo que nadie haya reparado en él. Es como si se moviera en un tempo diferente y eso lo hiciera invisible. Pero hoy era diferente, hacía tiempo que había acabado su cigarrillo, tiempo que había dejado de sonreír, que miraba intensamente al horizonte y que sus nudillos se blanqueaban por lo fuerte que se sujetaba. Por un momento tuve la seguridad que quería saltar. Algo pasó y lo perdí de vista. Algo pasó, porque aquella noche sí bajó a cenar. Y su sonrisa ya no era inquietante.

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